domingo, 30 de octubre de 2011

Recuerdos de lo que podría haber sido


-"Hay hombres que no consienten en que sus esposas le llamen “señor….”, sino que desean ser llamados John, Thomas, William o como quiera que se llamen. Pero también los hay que desean ser tratados con respeto con “señor…” y se sienten muy ofendidos si su esposa se dirige a ellos en otros términos. Averigüe que le gusta a su esposo y actúe en consecuencia.
En miles de pequeñas cosas usted encontrará a su hombre (por esto o por aquello), un tanto peculiar, y tendrá que acostumbrarse a eso; puede que con ello adquiera conocimientos importantes que de otra manera no podría alcanzar."
- Emma cerró el pesado volumen con un suspiro y dejó vagar la mirada hacia la calle a través de la ventana.

Su madre había insistido en que leyera todo aquello para que no se le olvidaran los deberes como esposa, que pronto habría de poner en práctica. Pero no estaba muy segura de que todo aquello fuera a servirle de algo... ¿Que "encontraría a su hombre peculiar por esto o aquello"? Seguramente el autor no se refería a un marido que pudiese con un gesto hacer moverse las cosas sin tocarlas, o aparecer en cualquier sitio que se propusiese por arte de magia. Ojalá existiera un libro con consejos específicos para alguien como él, y entonces lo estudiaría de buena gana; en muchos aspectos Athan Kayne seguía siendo un absoluto misterio para ella...

La gente transitaba la calle, desfilando arriba y abajo: Algunos cruzaban rápidamente, quizá llegaban tarde a una cita, o se apresuraban para hacer sus compras en el mercadillo; otros caminaban de forma pausada, disfrutando del matutino paseo, o conversando con sus acompañantes. Emma observaba a través de la ventana abierta, pero esta vez no prestaba atención a los rostros ni inventaba historias para ellos.

Se preguntó qué es lo que habría turbado a Athan la noche que volvieron a Londres. Quizá no debió haberle contado su pesadilla, era posible que se hubiera asustado más de lo que aparentaba... pero no, aunque eso fuera cierto había algo más, algo de lo que ocurrió en el castillo... y por algún motivo no había querido hablarlo con ella.

Apoyó los codos sobre el alféizar y dejó caer la cabeza entre las manos, un tanto abatida.

Quizá al final había conseguido que la viera como a una chiflada, con todo eso de hablar con los fantasmas. ¿Por qué le ocurrían esas cosas tan extrañas? De nuevo sintió el familiar deseo de ser una dama normal, sencilla y extrovertida, como Abbie Brown.

Se imaginó por un momento como a la Emma que podría haber sido, paseando calle abajo aferrada del brazo de un Athan Kayne sin cicatrices ni guantes de cuero. Conversando animadamente sobre el tiempo o cualquier otra frugalidad de la que podrían hablar dos prometidos normales a los que el deber no impone casarse de inmediato.

Sin prisas, sin miedos, sin enredaderas ni sombras en el fuego... Sin cuentacuentos, sin charlas bajo las estrellas, sin sueños...

"No - pensó con el ceño levemente fruncido -, esa no hubiera sido yo. Y ese no hubiera sido él. No cambiaría mi vida por una así, no hubiera podido ser feliz."



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