jueves, 29 de agosto de 2013

Comunicado

"Queridos amigos, se hace saber que de hoy en adelante la entrada en el Mercado de Bajo-Mundo será vigilada y regulada. Aquellos pertenecientes al gremio de ladrones serán, por tanto, los que más fácil acceso tengan al Mercado, que seguirá activo para la supervivencia del mismo. No obstante, aquellos que no formen parte de este gremio (cosa que, créanme, sabremos averiguar) tendrán la entrada vedada salvo en muy contadas excepciones.

Durante demasiado tiempo, las puertas del Mercado han estado abiertas a demasiada gente, pero debido al expolio que hemos sufrido por parte de la nobleza, no podemos permitirnos que siga así. 

Os aconsejo que desistáis con las entradas habituales al Mercado, puesto que todas han sido movidas y su localización es un secreto mientras podamos mantenerlo.

Todos los aquí presentes habéis visto lo que esto ha supuesto, así que queda establecida como nueva norma, que para traer al Mercado a alguien ajeno a tan noble profesión como lo es la nuestra será necesario solicitar un permiso para el invitado en concreto.

Que tengan un buen día."



miércoles, 28 de agosto de 2013

Miedo de tu propia sombra...


Madre me contaba en ocasiones que el miedo excesivo nos lleva a eso. Tememos al propio temor como una sábana que nos cubre encerrándonos a solas con nuestros miedos. Pero, quizás, en ocasiones, ese miedo tenga un porqué. Cuando el terror te persigue a cada paso, cuando nada ni siquiera tu reflejo está libre de la amenaza. Cuando la soledad es el menor de tus temores... sólo te queda temer y ese temor paraliza tus piernas, pesa en cada zancada, lastra cada una de tus ideas y te hunde un poco más, en la vorágine de sombras que celebran tu caída...

Supongo...

martes, 27 de agosto de 2013

La plaza del arquero


Hace mucho tiempo, aquí… ¡sí! Aquí mismo, vivió un héroe. Cuentan que la ciudad estaba siendo asediada por una horda de sombras imparables. De tal magnitud era el ataque que incluso el propio Rey de Nogmiah se colocó su armadura, desenvainó su espada y embrazó su escudo para lanzarse a la batalla contra la oscuridad. Los centinelas intentaron encender las almenaras para pedir ayuda a otros reinos, pero las sombras se cernían sobre las piras, extinguiendo toda luz, y la posibilidad de salir con vida de aquel envite. Se propagaban por las calles, acabando con todo aquel que encontraban, apagando sus sueños y consumiendo a los habitantes de esta ciudad. No había espada capaz de abatirlas, ni escudo que protegiera de su maldad.

Todo parecía perdido cuando en la inmensa plaza, vacío de toda esperanza, débil y herido, el Rey clavó una rodilla en la tierra y su espada delante de sí. Sin una llamada, sin una tenue luz… la ayuda no llegaría a tiempo.

Fue entonces cuando, en medio de aquella implacable oscuridad, surgió esa llama. Se trataba de un joven, que con el arco en la mano prendió su última flecha con los retazos de la vida y la inocencia que aún le quedaban, y disparando hacia el cielo, una estela azulada iluminó la noche… y a lo lejos, justo antes de que él cayera, las almenaras de reinos vecinos se prendieron en respuesta.

Él jamás lo vería, pero la ayuda estaba en camino.


Y por eso, niños, este lugar es conocido como “la plaza del arquero”, en honor a ese valiente joven que dio su vida para que este lugar y sus gentes pudieran vivir para ver otro amanecer. 

sábado, 24 de agosto de 2013

Decir adiós

Algunas estrellas parpadeaban, otras estaban demasiado nerviosas por lo que iban a contemplar, supongo que no querían perderse ni un solo instante de lo que, al amparo de la noche y haciendo cómplice a la luna, iba a ocurrir en aquel lugar. La suave brisa mecía las hojas, haciéndolas crujir en su sueño en las ramas, o bailar alzándolas del suelo con ligereza.
Bajo una capa, solo la sonrisa inquieta de una mujer se asomaba. La dama se retorcía los dedos, su pecho se hinchaba y deshinchaba visiblemente, hay quien diría que por la fuerza con la que tomaba aire, pero yo… yo me inclino a pensar que era el corazón, palpitante de júbilo e impaciencia, desbocado e indiscreto.
El sonido de unas pisadas lentas pero firmes casi le paró la respiración. La doncella alzó la vista, pronunciando aún más la sonrisa y su nerviosismo. Los pasos se detuvieron a poca distancia de ella, sacando de las sombras a otra figura, masculina esta vez, pero igualmente encapuchada e incluso levemente sonriente.
Pasaron así… veinte segundos, quizás, un breve instante que pudo prolongarse días, y un silencio parlanchín que no parecía querer callar.

-          Según la ley, debería mataros – el caballero decidió romper esa calma, hablando despacio y bajito
-          Y no habría de poner impedimento alguno, mi señor – su voz, la de ella, era suave y serena a pesar de su agitación

El hombre avanzó y ella hizo una inclinación bajando la cabeza aun cubierta por la capa. Él permaneció quieto un momento, sin saber muy bien qué hacer. Ninguna estrella parpadeó entonces. Su mano derecha se posó con suavidad en el mentón de ella, haciéndole alzar la cabeza, y la izquierda retiró con cuidado su capucha hacia detrás, dejando ver por fin a la mujer que se escondía en su sombra.

-          ¿Qué hacéis aquí? – preguntó él, tragando saliva, aun con el rostro de ella sujeto y la mano sobre su cabello
-          Nunca pude despedirme – sonrió
-          Nunca quise que lo hicierais – susurró a la par que ella le descubría la cara
-          Pero así debe ser… ¿he de llamaros Majestad?
-          No si la noche me guarda el secreto – él hizo descender sus manos, buscando las de ella y apretándolas levemente entre las suyas
-          Confiemos en ella entonces, Ion…
-          ¿Dónde iréis ahora?
-          ¿Dónde? No lo sé… - suspiró negando con la cabeza – Pero no es importante, creedme, es lo que menos me quita el sueño ahora mismo
-          Lejos de la corte, al fin – sonrió él – Os dije que llegaría el momento, Evelyn
-          Se ha hecho de rogar, desde luego – se rió – Pero al fin soy libre
-          Desearía poder ofreceros asilo, pero bien sabéis que… - la mujer puso un dedo sobre sus labios y sonrió con ternura

-          Ion… no vengo a pediros refugio, sólo a deciros que allá donde vaya, por lejos que sea, mi lealtad siempre estará con Drakooner… - y poniendo una mano sobre el pecho de él, como si de un extraño secreto del pasado se tratase, ambos cerraron la frase en un susurro – Y mi corazón con vos

viernes, 23 de agosto de 2013

¿Siguiente paso?

Conseguir algo que un hombre importante y probablemente peligroso lleva colgado del cuello no es tarea fácil.
Al menos, infiltrarme en la corte de la reina Lunática, sí lo es.
Es una mujer extravagante, demasiado, tal vez. Me recuerda mucho a la reina Drusila, ¿serán tan parecidas?

Aún estoy planteando mi siguiente paso, y estoy completamente en blanco.
Si al menos tuviera ayuda... si pudiera comentárselo a alguien que sepa cómo conseguirlo.
Pero él no es un hombre comprensivo, tan solo le importa que se cumplan sus tratos.

¿Y si no lo consigo?
Lo único que sé es que no termino de solucionar un asunto para meterme en otro peor.


Ojalá las cosas fueran más fáciles. Será decisión del destino... quizá.

martes, 20 de agosto de 2013

Caminos

"¿Dónde encontrar ahora el camino que he de tomar? Tantos pasos forjados tras de mí y ahora, ¿cómo he de seguir? Siempre encontramos un objetivo, una fuerza para continuar. Un lugar iluminado por nuestra vida al que aferrarnos, al que sacrificarse para alcanzar. Aunque sea pronto, aunque sea tarde. Siempre encontraremos un lugar al que viajar. Un hogar al que llamar hogar." Bryan

domingo, 18 de agosto de 2013

¿Libre?


Libre. Y sin embargo más preso que nunca. 
Fugitivo, prófugo, desertor… ¿qué rumbo he de tomar ahora? ¿qué se supone que tengo que hacer? 

¿Ha servido de algo todo lo que ha ocurrido o no he estado más que intentando desafiar a un destino que no se puede vencer?

Muchas preguntas, ninguna respuesta

La sala se queda en silencio, apenas se escuchan los movimientos de Athor, yendo de un lado para otro, sin parar, hablando para sí mismo. Supongo que últimamente escasean los buenos conversadores. Me siento al lado de la cama y suspiro. 
¿Cómo puede ser? Es imposible que esté libre, absolutamente imposible… ¿no? 
Demasiadas guerras, demasiados frentes abiertos, poca gente en quien confiar. 

Emma y Samuel mueven cosas de las que ni siquiera son conscientes, pero al menos se mantienen a la vista. Víctor, por su parte, permanece silencioso, y no sé si la calma me da más miedo que el ruido. 

Su Majestad y los demás siguen jugando a un enorme ajedrez sin tener claro si sus alfiles y sus torres son firmes y de confianza. Hay batallas que no se pueden ganar en solitario. 

Y luego están ellos. Juntos para avanzar, divididos en medio de la nada, arriesgándose a morir para poder seguir con vida. Es una suerte saber que tienen conciencia y buen corazón, aunque el juicio de alguno de ellos no sea muy de fiar…

- Señor… - la voz de Edriel me saca de mis pensamientos, y no sé si sonreír o golpearle 
- Me alegro de verte de vuelta – las manchas de tinta aun de mantienen sobre su piel, desapareciendo muy poco a poco 
- ¿Los demás están…? 
- Vivos – sonrío – Puedes relajarte 
- ¿Y vos? – me mira intentando girar la cabeza lo máximo que el dolor le permite 
- ¿Yo? Me retiro, me estabas retrasando, otros asuntos me reclaman – él se ríe, sabe que no es precisamente un reproche 
- ¿Puedo saber de qué se trata? 
- Ya no, no eres mi pupilo, ¿recuerdas? – me incorporo y me acerco a la puerta 
- Gracias, señor, lo había olvidado… 

Salgo y lo dejo atrás, con una de esas sonrisas que desvelan que está tramando algo. 
Me miro las manos, desnudas de runas y dibujos arcanos.


“Vamos allá, Zack”.