jueves, 25 de junio de 2015

Caminos a los que volver

Inocencia, miedo, inseguridad. Emociones que parecen calmarse cuando fija su mirada en alguno de nosotros, entre los que cree de su confianza. No podía estar en una situación más peligrosa y a su vez menos preparado. Pero con esa fuerza de voluntad que bien podría mezclarse con el miedo a morir, es capaz de salir adelante.

He encontrado un remanso de paz en mi mente, donde por fin puedo reflexionar sobre todo esto. Estoy una vez más junto al trono, casi la misma posición de la que huía en Ushar. En vez de proteger la integridad de un reino y su cabeza, ahora debo proteger directamente a esa vida. He intentado que la espada sea mi vida, alejándome de poderes, cargos y la alta sociedad en cualquiera de sus formas. Es así, desde que era joven y escapé de mi hogar. Pero vuelvo, vuelvo otra vez. Con una mente fresca, joven, decidida, asustada. Voluble, quizás. Apenas tiene maldad, ¿qué hacer si escucha las palabras de alguien que le quiere mal? ¿Cómo advertirle? ¿Cómo guiarle, si es que es lo que me corresponde, hacia el buen camino?

La empuñadora de mi arma parece ser un buen refugio para mis manos que se agitan nerviosas, buscando un asidero en el que sentirme firme, estable. Sentada en esas escaleras apenas iluminadas, transitadas apenas unas veces, oculta bajo una falsa identidad además de por las sombras. Veo como el servicio del palacio y la guardia que vuelven a recuperar una normalidad en sus rutinas pasan ante mis ojos.

Vuelvo a sumergirme en unas aguas que me ahogaban. Es una estructura que puede ser construida desde los inicios. Y soñando, sin saber si puedo acaso permitírmelo, pienso que todo puede cambiar hacia la utopía que vive en mi mente.

domingo, 21 de junio de 2015

Malas nuevas

- No hay muchas cosas que yo vaya a decir de forma desinteresada… Majestad – una voz sibilina salió de entre las sombras y Dracul se giró enarcando una ceja. Sabía bien de quién era esa voz 
- Lucio Petrelli… ¿en qué puedo ayudaros? – sonrió. No era la primera vez que hablaba con aquel diablo, y tenía muy claro que entrar a su juego podía ser terriblemente peligroso, a la par que tentador - Veo, Majestad, que no me escucháis… soy yo quien puede ayudaros 
- ¿De veras? – Dracul se apoyó en el alfeizar de la ventana y le hizo un gesto para que continuase hablando – Por favor, iluminadme 
- ¿Y si os dijera que se han llevado a vuestra esposa y a vuestro hijo? 
- Os respondería que no tentaseis a la suerte, no soy alguien a quién enfadar, señor Petrelli – volvió a incorporarse despacio, esta vez con el ceño fruncido – ¿Qué tipo de broma o acertijo es esta vez? 
- No es una broma, no es una amenaza, no es una promesa… es un mal presente, Majestad… - fueron sus últimas palabras antes de desaparecer en un remolino de polvo y tinieblas 

No tenía forma de probarlo, pero sabía que decía la verdad. Una decena de escamas empezaron a dibujarse en su piel, sus ojos se tornaron ambarinos y sus músculos se tensaron. 

- Majestad… - Ardeth, como si pudiera sentir todo lo que se moviera en el castillo, apareció repentinamente a espaldas de Dracul - ¿Qué ocurre? 
- Se los han llevado… - la voz del príncipe parecía romperse por momentos, como si se adornase con un sonido gutural 
- ¿A quiénes se han llevado? – el consejero colocó una mano en el hombro de Dracul, que se giró despacio clavando unos ojos reptilianos y dorados sobre los del hombre, que en su compostura no pudo evitar estremecerse 
- A mi familia