lunes, 10 de octubre de 2011

¿Quién soy?

Es una pregunta que me he planteado miles de veces y siempre es una respuesta diferente, en una situación diferente y frente a una persona diferente.

Ahora esa persona estaba frente la mesa de un despacho La persona era...¿Lawrence se apellidaba?. Cuando se presentó solo dijo su título así que no estoy seguro... ¡oh! ¿para qué iba a decirnos su nombre a nosotros los pequeños mortales?

Oh sí, Lawrence es persona de título. Oh no, no, tranquilo querido lector, no es falta de educación por mi parte el no acompañar el nombre de este personaje seguido de su título de Senescal, Edward Austen es educado siempre que puede. Simplemente no me dejo impresionar ni arrodillar ante la gente por un simple título que han ganado por la simpatía de alguien poderoso, por dinero o simplemente por haber nacido. Bueno, Lawrence, una...mujer...hombre...¿mujer varonil? (¿?¿?¿?) se encontraba dispuesta a recibirnos a Aeryn y a mí. Es una sorpresa después de casi ser apresados por querer ir a una biblioteca pública. ¡Qué descaro por el amor de Dios! ¡Somos horribles y somos lo peor!

Bueno, a lo que iba. Nos presentamos en el despacho de Lawrence y, evidentemente, con nuestras personalidades cambiadas tal y como habíamos establecidos en mi plan (ya lo echaba de menos, snif)


En algún momento de la reunión, lógicamente, nos preguntaron quiénes éramos.

Entonces en mis pensamientos volvió a resonar.

¿Quién soy?
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-¡Guaau!- exclamó el niño corriendo entre las butacas de rojo terciopelo de la sala de teatro, esquivando a los señores que celebraban el final de la actuación que acababan de presenciar.

-Eddy, por favor, ten cuidado con nuestros queridos amigos. - le dijo su madre, Evelyn Austen, mientras seguía rodeada de sus colegas actores, comentando las interpretaciones y los más y menos de sus propias actuaciones-. Si no estás atento te chocarás con alguno y a papá no le gustará.- le advirtió finalmente.

El chico, vestido demasiado elegantemente para su propio gusto y comodidad (se había aflojado la pajarita que su madre le había obligado a llevar para ir al teatro), tragó saliva ante lo que eso suponía. Y eso era otro sermón de su padre sobre que debería madurar y crecer. ¿Por qué demonios estaba tan empeñado en que creciera tan deprisa?

El grupo, formado por Evelyn y dos señores: uno que se había quitado el traje y había aflojado corbata y otro bastante más mayor que vestía ostentosamente un traje y sombrero hongo, luciendo un mostacho señorial.

-¿Así que ese es el escandaloso e imparable Eddy?- dijo uno de los colegas de su madre con una sonrisa. Se llamaba Mathew y era uno de los actores. Era de mediana edad, mata de pelo rubia y ojos claros. Su sonrisa era tranquilizadora. - Veo que eres uno de los míos y te has quitado la chaqueta y pajarita.

-Es que es incómodo.- protestó el niño ante la mirada de su madre.

-¡Y pica como mil demonios!- añadió Mathew.

-¡Sí!- se entusiasmó el niño al ver que un adulto le comprendía-. Y además hace mucha calor...

Los presentes soltaron una risita.

-Dime, Eddy: ¿es la primera vez que vienes al teatro a ver a tu madre?

-No, la verdad...-comenzó a responder su madre, pero Eddy le dio un tirón a la falda de su madre en señal de desacuerdo. Odiaba cuando su madre respondía por él. ¡Como si no tuviera boca! Su madre entendió el gesto y le dejó hablar a él con una sonrisa.

-No... ya la he visto haciendo en muchos teatros trucos de magia, ilusionismo y escapismo.- dijo el muchacho muy orgulloso-. Pero es la primera vez que la veo hacer una obra de teatro.

-Entonces es la primera vez que ves el teatro Vaudeville ¿no?

-Sí...claro.- preguntó el niño receloso por tanta atención recibida por parte del grupo de adultos. Parece que se divertían con él aunque no parecía haber malicia.

-Éste ha sido un día importante para tu madre, ¿sabes?-prosiguió Mathew, Evelyn sonreía, había visto a su marido, Maximilian Blair, en la entrada hablando con unos caballeros en la entrada-. Es la primera vez que pisa un escenario para ser actriz, oficialmente, claro.

-¿Por qué?

-Bueno- empezó a explicar su madre ya prestando atención a la conversación-. Digamos que a las mujeres no se nos permite demasiado estar sobre las tablas. Pero tu padre quiso hacerme este regalo. Con su influencia ha sido posible.

El hombre bigotudo que hasta ahora había estado callado y aburrido añadió:

-Y fue un gran acierto. Hemos recaudado bastante dinero. Más del que esperábamos, la verdad. Si me lo permitís, señora y caballeros, me dispongo a hacer contabilidad de lo recaudado.

-Claro, Anderson. -respondió Evelyn con una sonrisa.

Cuando se marchó, Mathew tomó la palabra.

-No sé si es un acierto esto de tener a un manager. Nunca me gustó la gente que se mete en el mundo del espectáculo por dinero. Por mucho que Mark Anderson sea bueno en su profesión.

-Oh, te preocupas demasiado Mathew- de pronto Evelyn dio cuenta de la aún presencia de su hijo-. ¿Te gustó la obra, Eddy?

El chico asintió con la cabeza. Ella se acercó confidencialmente.

-¿Te gustaría subir al escenario?

Ahora asintió con energía.

-¡Vamos!- susurró la mujer con energía.

Eddy subió cogido de la mano de su madre, detrás de Mathew, que vigilaba que nadie se quejara de la aventurilla del chico. El actor Mathew a su vez hacía de guía turístico mientras andaba detrás de madre e hijo.

-Este es el teatro Vaudeville, abierto este año y diseñado por C.J. Phipps. Se nota que es nuevo ¿eh? Aunque su diseñador aún no está convencido con el diseño, sobre todo con la fachada.

-¿Qué significa Vaudeville?-preguntó el niño subiendo por el escenario, subiendo cada vez más en altura. Vio como ya solo quedaban esparcidos por las butacas señores que querían comentar la obra y felicitar al autor y director. El resto de espectadores ya se habían marchado.

Su madre se lo explicó.

-Vaudeville, Eddy, es una burla y satírica política o a piezas dramáticas. Nos burlamos de políticos absurdos o expresamos indignación de una situación de forma cómica, a través de bromas que traen verdades como puños. Moralizamos, intentamos abrir los ojos a la gente siendo pícaros, astutos y elocuentes.

-¿Os burláis de los poderosos delante de sus narices?- preguntó el muchacho pensando que eso debía ser terriblemente peligroso.

-Sí, pero no somos nosotros, son nuestros personajes.- ya llegaron a las tablas del escenario, el chico se impresionó y se agobió a la misma vez de ser visto por miles de butacas vacías.- Éste es el escenario, es nuestra pecera, donde podemos nadar libremente, respirar y quitarnos la máscara, aunque los de abajo crean que nos la ponemos. Aquí, Eddy, puedes ser quien quieras.

-¿Quien yo quiera?

-Serás quien quieras. Sólo tienes que creértelo. Saldrá de ti una voz nueva, unos recuerdos diferentes, te olvidarás de tus problemas para relevarlos con las de tu personaje, la gente te creerá y lo mejor de todo es que no les engañas. Realmente eres ese personaje. ¿Quién eres, Eddy?

El muchacho se quedó impresionado y estupefacto por las palabras de su madre. Estaba agobiado por toda esos butacones que esperaban que Eddy eligiera una identidad ahora mismo.

-¿Quién soy?
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"¿Quién soy?"

Elisabeth Lawrence seguía esperando a nuestra respuesta sobre nuestra identidad.

-Soy... Alexandros- dije con una voz áspera de soldado curtido en miles de batallas-, oficial de la guardia de aquí mi señora de Terrain. Venimos a tratar un asunto de diplomacia.

-Bien, tomad asiento. -fue la respuesta de nuestro interlocutor.

Aeryn y yo nos sentamos con nuestra nueva identidad. Nos miramos de forma cómplice y de forma imperceptible. Si todo salía bien, la calle de los niños tendría un poquito más de dinero. Huele a estafa...

Pero ahora no era Edward Austen, sino Alexandros, no debía pensar en dinero.
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-Soy Alexandros, mamá.- dijo el chico.

Evelyn rió.

-¿Y quién es Alexandros?- preguntó intrigada su madre.

La imaginación de Eddy comenzó a trabajar.

-Un soldado curtido de un mundo de fantasía. Protege a los suyos y acaba con los malos.- Eddy fingía pegar mandobles a un monstruo invisible con su espada.

-Bien...¡bien!- aplaudió su madre con una risa dulce, aunque poco estruendosa, no quería molestar a los caballeros de abajo.

Maximilian Blake se acercó al escenario. Venía impecable con su chaqué, su chistera en mano y su bastón.

-Evelyn. Edward. ¿Nos marchamos?

-Sí...claro, vamos Eddy. Bajemos del escenario.

Edward bajó del escenario junto con su madre, que era ayudada a bajar por su padre, el cuál le tendía una mano de forma cordial y elegante. Cuando llegaron abajo Maximilian le dio un beso suave y poco sonoro en la mejilla.

-Estáis preciosa. Y vuestra actuación sublime.- le dijo aprovechando la cercanía de su mejilla en sus labios-. Edward.

-¿Sí...padre?- preguntó el chaval esperando un sermón.

-Te has portado correctamente. Mis felicitaciones.

-Gracias, padre.- dijo con una sonrisa el chico. Adoraba los momentos en los que su padre no estaba desacuerdo con él.- Con vuestro permiso avanzaré delante vuestra.

-Permiso concedido.- dijo Maximilian Blair con una media sonrisa.

Cuando salieron del teatro, los caballeros despidieron cordialmente a la pareja.

-Buenas noches, Conde Blair. Y a su esposa, Evelyn Austen.

-Buenas noches caballeros.

La pareja anduvo detrás de su hijo. Evelyn tomaba a su marido de su brazo y él marcaba ritmo con el bastón por los adoquines de la calle de West End. Su hijo seguía jugando a que era un espadachín.

-Evelyn, es casi seguro que van a abolir ya los privilegios de los títulos nobiliarios.

-Oh...Max, ahora no. Disfrutemos del paseo.

-Es importante. Quieren quitarnos los privilegios, pero no es eso lo que me preocupa. Lo que me preocupa es que escucho rumores sobre que van a acabar con el condado de Merseyside, dado lo pequeño que es. Si lo que me temo es cierto van a ir a por nosotros y a repartirse nuestras posesiones como si fueran buitres. Así te sugiero que dejaras de meterle pájaros en la cabeza a Edward y le dejes que madure cuanto antes. Lo agradecerá cuando nuestro condado haya sido destruido, así como nuestra casa... y quién sabe. Tenemos que andarnos con ojo con estos burgueses.

-¿Piensas que lo que le enseño no sirve para nada?- preguntó ella, pero no estaba dolida. Todos excepto sus colegas de tabla pensaban igual.

-Al menos para el mundo real.- respondió sombrío.

-Quien sabe. A lo mejor son mis enseñanzas las que le ayuda a sobrevivir en un futuro. Es pícaro, gracioso, educado cuando se lo propone y le encanta el ilusionismo. Max, Eddy no ha nacido para ser un noble como nosotros.

-Sí...quien sabe.


Ella tenía razón...papá.

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Salimos del castillo de Ushar, había salido todo según el plan establecido. Seguía mi venganza personal contra los nobles déspotas y asquerosamente ricos. Seguramente les había quitado más dinero de la cuenta pero eso aún estaba por ver. Parte del dinero se lo merecían los más necesitados, pero obviamente Edward Austen era un poco egocéntrico también, así que tendría mis propios intereses. Alexandros y su señora cogieron un carruaje de caballos y salieron del escenario con una ovación silenciosa que resonaba en mi mente. Sentía que mi madre me felicitaba por mi actuación.

"Bien hecho...Eddy"

1 comentario:

  1. ¡Fuera las máscaras, señor Austen, Blair, Anderson...!

    Haced del mundo vuestro escenario, improvisad sobre la marcha un guión con más o menos sentido, pero rebosante de los sueños que se esconden tras los ojos.

    No habrá nada que no esté a vuestro alcance.

    ··Bufona··

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