miércoles, 11 de julio de 2012

A media noche

Azucenas. El olor a azucenas revoloteaba en el ya apagado jardín. Las dos lunas se enfrentaban en distintos cuartos, rodeadas de un sinfín de estrellas. Se había sentado en el mismo lugar de siempre, justo en el centro de un enorme arbusto que bien podría parecer una pequeña cueva hecha de ramitas y adornada con flores azules. La luz de la noche se filtraba por sus recovecos iluminándole parcialmente la cara. Tenía los dedos parcialmente sumergidos en la tierra húmeda y blanda. Abrió los ojos al escuchar el crujir de las hojas y dirigió la mirada al lugar del que provenía el sonido.

 - ¿Importuno? – el hombre esbozó una sonrisa e hizo una leve pausa medio acuclillado
 - Vos nunca – susurró devolviéndole la sonrisa y haciéndole un gesto con la cabeza, invitándole a tomar asiento a su lado
 - ¿Es una mala noche? – cambió su tono de voz a un susurro, igual que había hecho ella antes, y se sentó cruzando las piernas
- Es una noche más – desenterró las manos y comenzó a sacudirse la tierra de ellas – Pero supongo que no has venido a hablar de la magnífica noche que espera fuera
- No – Céfiro le cogió las manos, continuando la labor que ella acababa de empezar y fijó sus ojos en los de ella – El tema que me trae es algo más… desagradable
- Esa palabra se ciñe a vuestros asuntos pero rara vez a vuestra persona – sonrió
 - Lo tomaré como un cumplido
 - ¿De qué se trata? – a ninguno de los dos le gustaba demasiado andarse por las ramas
- Estáis en peligro, Evelyn
 - Constantemente, Céfiro – no pudo evitar una leve carcajada
- Consideradlo entonces un añadido – soltó sus manos ya limpias con cuidado – Se os cree culpable del asesinato de la mujer del señor Kenney
- Algo he escuchado – suspiró bajando ligeramente el rostro, que su compañero alzó apoyando el índice en su barbilla
- Deberíais prestar oído a esas habladurías
- ¿No vais a preguntarme si son ciertas esas habladurías? – sonrió con ironía
- No vengo en calidad de confesor, querida mía
- Es un alivio – su gesto se tornó franco y le acarició la mejilla con el dorso de la mano - ¿Por qué me avisáis?
- Me parece adecuado hacerlo
- Siempre tan parco en palabras
- Las palabras cumplen su función, que es desvelar misterios, por eso tengo cuidado con las mías… pero os diré algo, Evelyn… hayáis sido vos o no, no creo que este asunto sea algo simple
- ¿Os gustan las azucenas, Céfiro? – dijo rozando con los dedos una de las flores que pendía cerca de su cabeza
- No especialmente, pero a vos sí
- Aún tengo aquella que me regalasteis. Solo una, atrapada en un frasco de cristal sin ningún tipo de adorno o grabado
- La recuerdo – asintió con una sonrisa
- Siempre sois tan acertado…