jueves, 20 de marzo de 2014

Una noche cualquiera...

La ciudad se encontraba en calma, las calles desiertas y la Torre de la Luna se alejaba poco a poco mientras sus pasos le conducían a ninguna parte. Námerok era un reino curioso, con una corte más curiosa aún y que siempre se encontraba envuelto en un sinfín de movimientos incesantes, como una partida de ajedrez que no terminaba, solo paraba para respirar brevemente.
Solía escabullirse algunas noches, en compañía de al menos una de las lunas, para salir a pasear por la ciudad. Le encantaba el silencio, la apariencia de tranquilidad. Imaginarse a las familias cenando sentadas a la mesa de un fuego pobre agonizando en una chimenea. Le gustaba la idea del niño colgado del cuello de su padre, pidiéndole que lo lleve a dormir o incluso que le lea alguna historia. Una postal de cuento. Una postal, al fin y al cabo.
Caminaba tranquilo, cuando un llanto le desconcertó. ¿Un bebé? “No… un bebé no suplica”.
Se acercó con el paso acelerado al lugar de donde provenía el ruido, parándose en la entrada de un pequeño cobertizo y contemplando la escena desde las sombras. Un hombre corpulento, bien parecido pero con el ceño visiblemente fruncido asestó un golpe a una joven que le miraba con cara de horror y los ojos cuajados de lágrimas. La chica cayó al suelo inmediatamente después de que el hombre le cruzase la cara, pero la cosa no terminó ahí. Ella se cubría el rostro y la cabeza con las manos, y aquel mastodonte le propinó una patada en el estómago. Mario dio un paso, lento pero firme. El tipo lanzó otra patada, y Mario continuó avanzando hacia él hasta quedarse a escasos metros.

- Disculpad – carraspeó y el hombre se giró con brusquedad
- ¿Qué demonios quieres? – su expresión era la de un animal enloquecido, incapaz de contenerse, escupió al hablar
- Que paréis
- ¿Y a ti que te importa? – el hombre dio un paso hacia él, amenazador - ¡Largo! – gritó haciendo aspavientos con la mano
- Veréis, de hecho sí que me importa. Respondedme a una pregunta, ¿cómo puede vivir un hombre con el corazón tan frío? – Mario permaneció quieto, viendo acercarse al tipo y dejando que este le cogiera de la blusa y lo levantase
- Mira, pequeñajo, voy…

Pero no pudo, sea lo que fuera que quería hacer. Las palabras no salieron de su boca, solo un aliento frío. El hombretón dejó caer a Mario, que se ajustó la camisa mientras la tez del tipo palidecía por momentos. Sus ojos comenzaron a perder el color, sus labios a amoratarse, su piel a llenarse de escarcha y su cuerpo a quedarse cada vez más rígido. Mario dio un paso atrás cuando una estaca de hielo carmesí nació del corazón del hombre atravesándole el pecho, sin más sobresalto que el sonido de algo rompiéndose.

- Ya veo… - Mario sonrió – No puede

Pasó al lado de la macabra estatua y se acuclilló al lado de la muchacha, que había caído inconsciente a la segunda patada. Le apartó el cabello del rostro, que estaba cubierto de sangre, y descubrió un feo golpe en la sien. Negó en silencio y le acarició la cabeza con ternura.

- ¿Qué hago ahora con vos?

miércoles, 19 de marzo de 2014

El Rey Bastardo

Todo dormía en aquel pequeño fuerte donde la propia piedra les ofrecía cobijo y reposo. No había sido una noche sencilla, pero como siempre el momento de descansar había sido abrazado con mucho gusto por la mayoría.
La piedra que hacía de puerta en aquella extraña posada conocida como “El Rey Bastardo” se abrió despacio y sin hacer ruido. Un hombre de aspecto fatigado pero con los ojos vivos y atentos lanzó un vistazo alrededor antes de descubrirse el rostro echando la capa sobre una silla. Solo una persona se encontraba despierta aún, y el muchacho le observó de arriba abajo, buscando heridas y otras pistas que le pudieran resumir su última escapada.

- ¿Los demás? – el recién llegado se dejó caer sobre una de las sillas apretando los ojos con fuerza
- Descansando, Rasour… - el joven cerró el libro que tenía entre las manos y se acercó a su compañero, apoyándose en la mesa que tenía en frente y negando con la cabeza – Tenéis un aspecto horrible
- Siempre tan amable, señor Givyn – sonrió
- Oh, creedme, he sido amable – asintió haciendo un amago de acercarse al hombre - ¿Puedo?
- ¿Serviría de algo que dijera que no?
 - No, pero como decís, intentaba ser amable… - con un gesto de manos lento, unos dedos de humo comenzaron a filtrarse por el chaleco de Rasour, abriéndolo y dejando a la vista una camisola que en algún momento al principio de la noche debió ser blanca – Muy bonito… ¿cómo lo habéis hecho? Doña Solana os curó esa herida
- Sí, antes de salir, fuera la cosa se complicó
- ¿Vais a decirme ahora para qué esta… escapada?
- Liberamos a demasiada gente esta noche, muchos iban a estar correteando por ahí hasta que la guardia los volviera a coger, la emprendiera a golpes con ellos y les encerrasen de nuevo, o les matasen
- Y los habéis puesto…
- A salvo – suspiró - ¿Cómo va todo por arriba?
- Todos descansan, Elden sigue en la habitación con ella… pero no sé si pasará de esta noche
- Tiene que hacerlo – Rasour lanzó un vistazo hacia las escaleras – Si ha sobrevivido a aquello puede con esta noche. ¿Qué hay de los nuevos?
- El muchacho… el… ¿granjero?
- Ya… granjero… - Rasour sonrió – No sé qué historia trae consigo, pero no es un simple agricultor, metería la mano en el fuego por ello
- Mejor dejad de heriros gratuitamente esta noche – Givyn soltó una carcajada – Pero es cierto… es más que eso – se encogió de hombros - ¿Quién sabe? Quizás más allá del espejo los granjeros sean distintos… - añadió despreocupadamente
- ¿Más allá del espejo? – Rasour se inclinó hacia su compañero – Contadme más