lunes, 30 de abril de 2012


Donde los sueños nacen y las pesadillas huyen de mí.
¿Quieres ser tú mi sueño?

~Chrystalle~

domingo, 29 de abril de 2012

Nueva naturaleza, nueva vida

Nunca pensé que llegaría este momento.
No sé si ha pasado mucho o poco tiempo en realidad. Lo que sí sé es que para nosotros ha sido un tiempo eterno, más para él en sufrimiento y tortura.
Dentro de un mundo ajeno, familiar para Phoenix. Hablo con La Voz, totalmente neutra e indiferente, ajena del dolor que siento. Más aún cuando aparece Phoenix encadenado, bañado en su propia sangre y gritando de puro dolor.
Lo único que se me ocurre es quizá algo demasiado duro para él, pero que puede devolvernos de nuevo un poco de la felicidad perdida.

-¿Y si...-Comienzo.-Renunciara a su naturaleza de amigo imaginario?

-¿Renunciarías tú a tu naturaleza de humana?-Oigo decir a La Voz.

-Sí... si eso me permitiera sobrevivir. Podría ser un humano... como yo.

La Voz no responde. Tal vez esta sea la última vez que la oigo. Quiero acercarme a Phoenix, pero el suelo se derrumba a mis pies. No sé si al retroceso o al avance, Phoenix grita nuevamente de dolor.
Me arriesgo y como puedo, avanzo hacia él.
De nuevo cerca, aunque ojalá en otra circunstancia.

Compartimos leves palabras, caricias que inconscientemente salen de mí. Saboreando el roce de su piel.

-Ya sé que debería habértelo dicho antes, Chrystalle, y que soy hombre de pocas palabras. Soy más de sonrisas. Pero... te quiero.

-...Yo también te quiero, Phoenix.

Un último grito de dolor. El cuerpo de Phoenix cae hacia atrás. Me dice que me coloque sobre él. Y en esa posición, siento como poco a poco su pecho deja de moverse y su respiración cesa definitivamente.

Y tras las lágrimas de mi desesperación, de nuevo aparezco en la sala de la cual partí.
Phoenix a mi lado. De nuevo... ¿vive? Respira con dificultad, ¡pero está aquí conmigo de nuevo!

No permitiré que nada vuelva a separarnos.
¿Te quedas conmigo?

miércoles, 11 de abril de 2012

Eran otros tiempos

El silencio, interrumpido solamente por el continuo y rítmico goteo de un hilo de agua que caía desde el techo, haciendo eco en toda la estancia al chocar contra el suelo.El silencio. Sin duda era lo que más odiaba, y a la vez más apreciaba, de aquel lugar.
Había perdido la cuenta de los días que habían pasado desde que fueron a parar allí, así como de los vivos que, encerrados en el mismo cubil que él, habían perecido bajo el frío, el hambre, o las muchas infecciones por heridas infligidas durante el combate.
Tenía las manos entumecidas, el cabello sucio, gris y enmarañado, los labios cortados y los ojos hundidos, ausentes de luz alguna. Respiraba con cierta dificultad, sobretodo al caer la noche, cuando el frío calaba los huesos y atrofiaba la garganta y los sentidos.
El olor a orín, a hambre y a muerte era como una peste oscura y lúgubre, como un mal contagioso capaz de desquiciar a cualquiera de ellos.


Ricardo estaba a su lado, con los dientes castañeando y frotándose, mientras dormía, el pecho con las manos. Más de mil veces su superior le había dicho lo mismo “los brazos se calientan solos, protege el torso”, y él había tomado buena nota de ello.
Alrededor de ellos había otros hombres, algunos de ellos con demasiados años para estar allí… otros con excesivamente pocos.
El día anterior habían tenido a bien sacar de allí a un chico, no contaría más de diecisiete primaveras y su cuerpo llevaba una semana pudriéndose en aquella mugrienta celda.
Algún que otro ronquido quebraba el silencio ocasionalmente, sonando como un trueno en mitad de la noche. Fue en uno de estos leves sobresaltos cuando Ricardo abrió los ojos, observando a Tomás, que tenía la mirada perdida en algún pliego de esa oscuridad que los envolvía.


- ¿Soñando despierto? – preguntó con voz ronca aún tumbado en el suelo
- Algo así – Tomás lo miró de reojo
- Cuando vuelva – esbozó una sonrisa sarcástica – Juro que me casaré
- No blasfemes – le regañó sonriendo ligeramente - ¿Casarte? ¿Tú? – carraspeó para recuperar la voz, que perdía conforme hablaba
- Bueno, a mis treinta y cuatro años va siendo hora, ¿no crees?
- Más vale tarde que nunca, supongo – dijo negando con la cabeza
- Bueno, tú te casaste demasiado pronto, poca mujer pudiste conocer antes de encadenarte a una de semejante forma – rió en voz baja sentándose y recostándose contra la pared
- No quiero conocer más mujer que la mía – sentenció mientras giraba el anillo en su dedo anular
- Saldremos, Tomás, saldremos a tiempo para el nacimiento de tu bast… - comenzó a decir
- Cuidado, Ricardo
- Bueno, de tu hijo, ¡ya sabes! – exclamó en voz baja y tragó saliva para aclarar la garganta
- Eso espero – suspiró – ¿Sabes? – no pudo evitar sonreír – Ella me dijo que tenía que volver… me dijo que era yo quien tenía que elegir un nombre para él, o para ella
- ¿Prefieres un él o una ella?
- Lo único que quiero es llegar a tenerlo en brazos…
- Je – le dio un leve golpecito en el hombro. En otro momento posiblemente le hubiera hecho daño, Ricardo no era conocido precisamente por su sutileza, pero aquellas paredes parecían haberle arrebatado la fuerza – Al menos no podrás decir que no tienes historias que contarle
- Creo que buscaré algún libro de cuentos, los dragones se me antojan más divertidos… - una tos grave y áspera le hizo interrumpirse, llevándose el dorso de la mano a la boca
- Anda que… - carcajeó entre toses, como si se uniera de forma involuntaria a Tomás – Menudo constipao hemos cogido – torció el gesto un momento y escupió a su derecha – Deja descansar el cuerpo, o al menos haz como que lo haces, vas a estar horrible a tu vuelta – rió – No sea que tu mujer ponga los ojos en mí – le dio un par de palmadas leves en la cara antes de volver a hacerse un ovillo en el suelo y cerrar los ojos con un sonoro resoplido
- No tiene tan mal gusto – sonrió Tomás recostándose contra la pared

Justo antes de cerrar los ojos, el joven lanzó un vistazo al lugar donde había escupido Ricardo y no pudo evitar que un horrible pensamiento asaltase su cabeza al contemplar una salpicadura rojiza en el suelo.


“No habrá vuelta a casa.”

jueves, 5 de abril de 2012

Caminos

Una oportunidad.

Creo que merece ser tambien una oportunidad, a pesar de ser algo que nuble y oscurezca los siguientes pasos a dar. Existe el frio, que llegaba poco a poco antes de que se pusiera fin a nuestro camino. Ahora se expande, y poco mas se siente salvo el deseo de permanecer quieta, aguardando a despertar. La sensacion de irrealidad persiste, incomoda, no deseas pensar en ello. Cuando lo haces, sientes el vertigo. Quema.

Algunos no parecen darle el peso que tal vez debiera. Otros no prefieren tocar el tema, quizas por temor. Agradezco el silencio. Pero una voz tambien me advierte, entre lineas de que no debo perder de vista de la linea. La linea que separa mi persona de mis obligaciones, aunque este deseando perderme en ellas aunque sea para no pensar.

La distancia, el silencio. Mientras ellos lleguen espero encontrar las fuerzas suficientes para poder seguir adelante. Dos caminos que se separan siguen estando en la misma tierra, ¿cierto?

miércoles, 4 de abril de 2012

Brindemos

Es un placer y un privilegio teneros aquí esta noche. 
Nos encontramos entre vino, risas y baile para recordar un año más la unión, la alianza entre nuestros antepasados, para celebrar y festejar el día en que el pueblo de Drakooner, nuestro pueblo, y los dragones estrechamos lazos, un vínculo tan íntimo que hoy nos hace hermanos.


Honremos ese momento, no solo esta noche, sino cada uno de los días que queden por llegar.


Brindo con vosotros, hermanos.


Ion Dragosi

martes, 3 de abril de 2012

Donde muere la esperanza

A veces desearía que regresaran las pesadillas. Al menos al despertar desaparecen y queda el alivio de que la realidad es más limpia que todo ese horror. Sin embargo ahora mi vida se ha convertido en pesadilla constante, amarga.
El olor, el tacto y el color de la sangre aún pueblan mi mente, desde esta mañana bañada de sangre. Nunca podré recuperarme del todo.
Phoenix, nunca supe que el simple hecho de amar podría llegar a ser tan peligroso. Tú, con tu tormento y sufrimiento y yo con el miedo y la inseguridad de no poder ayudarte lo antes posible.

Aunque sea solo... salvarte de la tortura a la que te están sometiendo. Asegurarme de que estarás bien, incluso si después hemos de seguir caminos separados.
Imposible es aquello que no se ha intentado. Y ya he descubierto algo completamente imposible.

Prometo encontrarte y liberarte al fin, por todos nuestros años de amistad que nadie podría negar.
Y después, serás completamente libre...