miércoles, 5 de octubre de 2011

Estrellas de tiza


Aquella noche la lluvia caía como un manto sobre Londres. Cada cierto tiempo un relámpago iluminaba el cielo y proyectaba sombras dentro de la habitación. Pero a Emma no le daba miedo la tormenta, era una de las pocas cosas que asustaban a su hermana y a ella no, y se sentía orgullosa de ello.

Le gustaban los días como hoy. A veces su aya les contaba historias a la luz del fuego, otras veces su padre la obsequiaba con alguna historia sobre aquellos héroes mitológicos que aparecían dibujados en el cielo. Aquella noche en concreto había sido una "noche de estrellas", su padre le había contado la historia de Cáncer, constelación que la regía a ella por su fecha de nacimiento.

Llevaba un rato dando vueltas en la cama, incapaz de dormirse. El fuego de la chimenea ardía y bailaba tan alegremente que a la niña le pareció casi una invitación, así que se levantó de la cama y removió el contenido de una pequeña cajita de madera situada en su mesita de noche, hasta dar con el objeto que buscaba. Contempló el desgastado trozo de tiza con una sonrisa pícara; sabía que si su madre veía todo aquello no iba a gustarle, pero seguiría disfrutando de aquella pequeña travesura hasta que alguna criada la descubriera...

Se colocó en un extremo de la enorme y pesada alfombra que reposaba junto a la chimenea y comenzó a enrollarla (no sin cierta dificultad) hasta formar un enorme rollo apartado en uno de los extremos de la habitación. Cuando hubo terminado se volvió mirando al suelo desde arriba para contemplar su "obra". A esas alturas las manchas de tiza se habían ido emborronando cada vez más, y lo que habían sido diagramas del mapa celeste formaban ahora una mancha blanca casi uniforme en el castigado suelo. Las constelaciones que habían sido dibujadas hacía más tiempo eran apenas perceptibles para casi cualquier ojo, pero no para los de Emma.

Asintió satisfecha tras un momento y se puso de rodillas para buscar un lugar en el que situar al cangrejo que había sido hoy el protagonista de la historia. Sin embargo algo captó su atención antes de que la tiza tocase el suelo, un leve sonido a su espalda que quizá fuera fruto de su imaginación, pero ella no iba a correr ese riesgo. Comenzó a girar la cabeza muy despacio, mirando hacia atrás de reojo, y luego en un intento de pillar in fraganti al culpable, terminó de girarse rápidamente.

Nada.

Se quedó quieta un momento, contemplando la zona no iluminada de la habitación con el ceño fruncido. Tras unos segundos, aún no muy convencida, se dió la vuelta de nuevo para seguir con su tarea. Comenzó a marcar con la tiza la primera estrella del signo, pero justo al lado de su mano había una marca un poco extraña... ¡No, había más de una! Como si alguien se hubiera entretenido en ir marcando con un dedo un "camino" que destacaba el color del suelo al haberse borrado la tiza en cada punto. La extraña hilera de "dedos marcados" llevaba hasta la chimenea, y la niña la siguió con la mirada completamente atónita. Hubiera jurado escuchar una aguda risita a su espalda, pero antes de poder volverse para comprobarlo una segunda risita la secundó, y esta vez captó un movimiento extraño entre las llamas. Una diminuta mujer alada asomó la cabeza entre el fuego y la observó con curiosidad.

Emma dió un respingo. Trepó de un salto hasta su cama y se cubrió por completo con la colcha en un rápido movimiento, con la absoluta certeza que tienen todos los niños de que "¡Si yo no las veo, ellas no me ven!"


1 comentario:

  1. Hay mil y una formas de soñar. Dibujar el cielo en el suelo parece una paradoja, pero es igualmente fantástico.
    ¿Quén os iba a decir, señorita Crowfield, en lo que os habéis convertido?

    ··Bufona··

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