jueves, 31 de marzo de 2011

Recuerdos X

Reconocía que estaba dudando un poco de ese muchacho. Era demasiada fortuna el pensar que alguien pretendía venir a verme solo a mí sin ningún motivo aparente. El resto del día pasó, y sin preámbulo llegó la noche. Aunque bueno, se me hizo un poco largo debido a mi curiosidad. Odiaba cuando se hacía de noche en el orfanato, pues en el día era poco cálido, y en la oscuridad lo era menos. Caminé hacia mi habitación con la esperanza de encontrarme al señor Phoenix por el pasillo escondido para venirse conmigo, o que ya estuviera allí. Me imaginé incluso que estaba debajo de mi cama esperándome. Por los pasillos, escuché como en las ventanas algo daba golpes en sus cristales. Me asomé un poco, porque incluso pensé que era un hada que se había perdido e iba a pedirme ayuda. Pero algo chocó con fuerza en el cristal y me sobresalté. Una vez medida la distancia entre la ventana y yo, pude ver como solo se trataba de una rama que podría haber pasado perfectamente por un brazo humano, pero demasiado delgado como para dar escalofríos si de ello se tratase. Era una pena que no fuese un hada, pero de igual modo me asusté. Un poco.

-Que susto.-Susurré en silencio.

-Miedica.-Escuché la voz de Claudia detrás de mí, que casi me sobresaltó de nuevo.

-No soy miedica, tan solo me he sobresaltado.

-Lo dicho, miedica.- Tras ella una ventana se abrió de golpe, y del susto que se llevó se cayó al suelo.- ¡Ah!

-¡Habló!- Solté mientras me reía. Me reconfortó la idea de que el destino era, de alguna manera u otra, algo justo. Pero sin pasarse.

Ella se levantó y antes de irse a la habitación, me sacó la lengua. En ese momento vi como todas las chicas hacían lo mismo, por lo que decidí ir yo también a ella. Al llegar me decepcionó ver que debajo de mi cama no había nadie, tal y como había imaginado. Todas las chicas se estaban acostando y yo iba a hacer lo mismo hasta que me di cuenta de mi pie derecho desnudo. Olvidé que había perdido mi calcetín, y en esa noche tan fría no me hacía ninguna gracia. Suspiré con desgana y lo busqué de nuevo. Cuál fue mi sorpresa al verlo colgado en uno de los cabezales de madera de la cama. Mientras lo cogía, miré alrededor para ver si había algún duendecillo travieso escondido, como en los cuentos. En lugar de ello me fijé en que todas mis compañeras ya estaban dormidas, y que un rayo de la Luna pasaba de forma algo tétrica por una ventana hasta alumbrar mi almohada. Me asomé a ella para poder contemplarla mejor.
Me puse a pensar en aquel muchacho que igual estaría ahora mismo ahí fuera, divirtiéndose de alguna manera y olvidándose por completo de mí. No me extrañaba, pues ¿quién era yo? Solo una… huérfana, a la que igual tan solo descubrió jugando sola y quiso hacerle algo de compañía solidaria. Estaba a punto de llorar cuando escuché a mi espalda la voz que llevaba toda la tarde queriendo escuchar.

-¿La quieres?- Me giré sobresaltada y pude ver de nuevo a aquel muchacho de pelo rizado, con una sonrisa en los labios y unos ojos que observaban la Luna. No sabía que decir, tenía un nudo en la garganta debido al “casi llanto” anterior.

-¿La Luna?- Conseguí decir. Casi no se notó que me costó trabajo, creí.

-Ajá.

-Bueno, me gusta que esté ahí.- “Así todo el mundo puede disfrutar de ella”, pensé.

-Vaya... bueno, pues es un deseo pendiente. Si algún día la quieres más cerca, me lo dices y averiguamos como bajarla de ahí.- En ese momento me miró a mí, manteniendo la sonrisa.

-¿Eso es posible?- Lo miré con los ojos muy abiertos pensando en si sería posible aquello que me proponía. Sería muy curioso.

- Solo son imposibles las cosas que no intentamos, ¿no te parece?

-Supongo que sí...- No dejaba de sorprenderme con cada palabra. Recordé por qué estaba mirando la Luna, y se me escapó una frase.-Pensé que no ibais a venir.

- ¿Dudabas de mi palabra?- Parecía ofendido. Me sentí fatal por haber dicho eso y aún más por haberlo pensado.

-¡No! ¡No! Es que... pensé que igual no se... no tenéis motivos para venir, supongo.

- Yo creo que sí los tengo... ¿me permites?

-Si vos lo decís...

- Oh, no, digo que si me... – Me cogió por debajo de los brazos y me sentó en el quicio de la ventana. Estaba prohibido como otras muchas cosas, pero no me importó. -… permites.

-¡Oh!, vaya... bueno, por una norma mas incumplida creo que no moriré.- le sonreí intentando que mi “chiste” le hiciera algo de gracia. -¿Por qué me colocáis aquí?

- Ya que no quieres bajar la Luna, tendrás que acercarte un poco más a ella - se rió por lo bajini.

-Sería divertido poder volar para acercarnos más, ¿no creéis?- Me imagine, como otras tantas veces que volaba, y me gustó la idea de volar con él. Sería divertido, seguro.

- Oh, me encantaría poder volar, aunque me da algo de miedo, ¿a ti no?

-Bueno, no sabré si me da miedo a menos que lo pruebe- Le volví a sonreír, me gustaba mucho esa idea.- ¿Por qué os daría miedo?

- ¿Y si no quisiera bajar? ¿Y si fuera tan mágico que no quisiera volver a pisar la tierra?- Era una buena forma de verlo, pero yo tenía la respuesta perfecta.

-Todo depende de lo que te espere abajo.-Era una buena respuesta, sí, pero no la forma de darla. Rápidamente rectifiqué.- Disculpe, os espere.

- Eh, eh, eh, por favor, no me hables de vos.

-Pero sois un adulto.- Le miré sorprendida, era el primera adulto que me decía eso.

- ¡Me haces sentir viejo! Un adulto no es más que un niño inflado de edad, recuérdalo.- Desde luego, no era una persona como las demás, me fascinaba su manera de pensar.

-Sois...digo, eres una persona muy curiosa- le sonreí, me sentí muy bien con Phoenix, era muy cálido.- ¿Así?

- Así exactamente, ¿no tienes frío?- Recordé de nuevo el tiempo que hacía y el lugar, lo que me produjo un escalofrío.

- Pues ahora que lo mencionas... un poco si-

- ¡Ale hop! - exclamó en voz baja mientras me bajaba del marco de la ventana. Me sentí como las princesas de los cuentos, pues me cogió como si fuera tal hasta llevarme a la cama, aunque después me soltó como un saco de patatas porque me dejó caer haciéndome dar un leve bote. Me hacían mucha gracia sus cambios.

-Tienes unos cambios muy repentinos de actuar.-Me reí por lo bajini para no hacer ruido.

- ¿Te desagrada? Tápate o vas a coger frío – Me miró pícaro. Le obedecí y me arropé.

-Para nada, pero... no entiendo muy bien por qué haces todo esto.

- ¿Necesito un motivo? - señaló la cama - ¿Puedo?

-Adelante.- Se sentó a la altura de mi vientre.- Bueno, eres la primera persona que me habla y juega conmigo aquí.

- Pues los demás no saben lo que se pierden.- Puso una cara “mosqueada”, pero supuse que bromeaba de nuevo. Me sonrojé, no pensé que dijera eso y me sentí especial por ello.

-Que va... eh... ¿qué vas a hacer si te descubren?- Pensé: cambia de tema Crhystalle.

- ¿Correr? Por suerte creo que correré más que las monjas - se rió y me hizo gracia imaginar la escena en la cual aparecían las monjas corriendo detrás de Phoenix gritándole que parara. No pude evitar volver a reírme.

-Bueno, yo sufriré el castigo por los dos si hace falta- Me puse épica para parecer valiente.

- ¡Dioses! ¡Qué valiente! ¿Tú sola?- “¡Lo conseguí!” Me dije para mis adentros.

- ¡Ajá! Siempre que solo sea chupar el suelo o fregar.- Si eran golpes no me lo tomaría tan bien. No pensé demasiado en ello.

- Y si el castigo fueran... - Empezó a hacerme cosquillas. Hacía mucho tiempo que no me hacían. Tal vez la última persona fue Victoria aquella última vez que la vi. Me contuve la risa como pude, colocándome una mano en la boca e intentando pararle con la otra. No quería hacer ruido, pero tampoco quería que parase.

- ¡Já! ¡Soy más rápido que un rayo, pequeña!

- Nos van a descubrir.- Solté en medio de las risas. Paró de hacerme cosquillas y se colocó un dedo en los labios en señal de silencio.

- No querría que te castigaran.

- No se nota- le miré con broma en la cara para que supiera que no iba en serio.

- Perdón – Puso carita de pena.

- No pasa nada- Sonreí.-Por cierto, ¿trabajas aquí? –Ya iba siendo hora de preguntar que hacía aquí exactamente.

- Sí... y no, supongo que no, no exactamente.- Pero su respuesta no disolvió mis dudas.

- ¿Y tú? ¿Querrías salir de aquí algún día?- Claro, ¿o no?

-Pues sí, la verdad... Pero no sabría a dónde ir después.- Agaché la mirada. No tenía familia, ni amigos, ni nada ahí fuera. El mundo me parecía enorme y mi perspectiva de él no era nada agradable. Me dio miedo.

- ¿No? - Se quedó pensativo. Quise saber que era lo que se le pasaba por la cabeza. Mantuve, sin embargo, la cabeza gacha.

- Entonces tendré que irme cuando te vayas, así seguro que puedo enseñarte algún lugar. Este sitio... no es uno adecuado para soñar.

- ¿Vas a venir conmigo? -Lo miré esperanzada, sería maravilloso que me acompañara.

- Si es lo que quieres.- Me miró fijamente, sin dejar de sonreír. Sentí alegría por todo el cuerpo, las expectativas de ese mundo exterior ya no me parecían tan malas.

-¡Sí! Pero... no entiendo nada.-Aunque parecía maravilloso, no podía ser real todo aquello.-Pareces un sueño o un cuento.-La idea de ello me aterró.

- ¿Por qué dices eso?

-Porque no pareces real, parece que estés aquí solo para estar conmigo.

- Chrystalle... un sueño, un cuento... yo prefiero que algún día, me llames "amigo" – Ahí es donde finalmente tocó mi fibra sensible.
- ¿Amigo?... un amigo...- Lo miré con los ojos llorosos y desvié la mirada hacia abajo. Estaba haciendo el ridículo, seguro. No podía ponerme a llorar delante de él de repente, seguro que pensaría que soy rara.- Perdón

- Eh... - Me levantó la cara desde el mentón, con dulzura - Llora si quieres hacerlo, yo cuidaré de que nunca más lo hagas sola - Su tono era algo más serio, pero igualmente tierno. Me reconfortó la idea de tener un amigo al que poder acudir en cualquier momento, pero me extrañó algo. Lo miré.

-¿Como sabes si he llorado sola o no?

- Todos lo hemos hecho alguna vez.- No quise imaginarlo llorando, aunque pensé que me gustaría que, si algún día necesitaba llorar con alguien, contara conmigo.

-Entiendo...

-De todas formas, no es tristeza lo que siento- Le sonreí mientras cayeron algunas lagrimas por mis mejillas. Solo había llorado dos veces delante de alguien, la vez de mi cumpleaños y esta, pero me guardaba los malos ratos para mí misma.

- Se puede llorar por muchas cosas - Posó un dedo en mi mejilla de forma que la lágrima resbaló hasta él - Nunca sientas vergüenza por ello. Solo los inhumanos no lloran.

-Tienes razón.

- Ahora, deberías dormir, ¿no crees?- Sí, estaba muerta de sueño después de aquel día cargado de, para variar, risas.

-¿Te quedaras?-Pregunté esperanzada, pero caí en algo.-Bueno, el problema es que te pueden pillar.

- Eso no es un problema, soy muy bueno escondiéndome - Me abrazó son suavidad y me dio un beso en la cabeza. Me sentí como nunca antes. - Descansa... yo velaré tus sueños

-¿De verdad? Qué bien... -Cerré los ojos y los abrí de nuevo cayendo en algo que se me pasó por alto.- ¿Y tú no duermes?

- Oh, dormiré por la mañana, así que al amanecer tendrás que disculparme.- Sonrió, de nuevo, pícaro. Me extrañó que durmiera por el día. Manteniendo ese gesto en su rostro continuó.- A menos que prefieras que duerma contigo. Soy poquita cosa, a los pies de la cama quepo.

-Puedes ponerte a mi lado.-Lo dije casi sin pensar.

- ¿En serio? – Me sonrió de forma sesgada.

-Sí, cabemos los dos.

- Oh, genial. Con tu permiso, entonces - Me destapó dejando que el frío pasase por un momento muy breve y se coló dentro haciendo que desapareciera de nuevo. Nos quedamos los dos mirando al techo, durante unos segundos, en silencio.

-Qué raro. -Me reí.

- ¿El qué? – Susurró extrañado.

-Dormir con alguien.

- Pues esto es más raro aún, ¿puedes levantar la cabeza?- Lo hice acto seguido. Coló su brazo por debajo de mi cuerpo y me pegó contra él. Sentí… un calor muy extraño, pero igualmente era agradable. Fue maravillosa aquella sensación.

-Sí... es raro...-Lo abracé.- Pero es una sensación muy agradable.
- Entonces, buenas noches, my lady – susurró muy bajito - Que tengas dulces sueños.

-Buenas noches, Phoenix- Cerré los ojos. Aunque estaba satisfecha con todo lo que me estaba pasando, que era en parte angustiante pues no sabía si despertaría de un momento a otro, y por otra parte era maravilloso, quise aprovechar al máximo la situación por si acaso. - ¿Me puedes dar otro?

Me dio otro beso, esa vez en la frente, y algo más prolongado que el anterior. Nunca nadie me dio un beso así, por lo que supe que no estaba soñando, pues jamás había experimentado eso como para poder soñarlo. Además, siempre tenía pesadillas, era real, y eso me hacía muy feliz. Sonreí y le abracé con fuerza antes de relajarme para caer dormida.
Pero aunque pensé que las pesadillas serían eternas, esa noche dieron su fin llevándome hasta la luz, tan cálida como imaginaba. En ella estaban todas las criaturas que busqué cada noche, y supe que nunca me separaría de ellas si él no se separaba de mí.

1 comentario:

  1. Como cambia la noche cuando duermes con alguien que sabe abrazarte ^^

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