martes, 22 de marzo de 2011

Recuerdos VII

Después de que Dylan se fuera, no pasó nada interesante en la escuela, y antes de poder saber si me volverían a hacer una fiesta por mi cumpleaños, dejé de ir. Durante mi quinto cumpleaños estuve revisando las cosas que llevaba guardando en mi cajita. Ya tenía:

-Una muñequita de trapo que encontré en el porche de mi casa con dos años, que tenía con hilos gruesos el cabello castaño y un vestido verde. Supuse que se le perdió a alguna niña.

-El primer diente de leche que se me cayó con tres años, evidentemente de un tortazo. Lo guardaba en un tubito pequeño.

-Los dibujos que me hicieron mis amigos, en total, nueve, pues no éramos mucho en la escuela.

-El libro del Soldadito de Plomo un poco roto debido al uso que le daba cada día.

-La carta de Dylan la cual aún no sabía si me la dejó en la mano o se le cayó, y dejé de leerla al mes de irse, pues me hacía daño.

-El anillo que él me regaló, escondido en otra cajita más pequeña para que no se me perdiera. Aún me quedaba grande, mucho.

-Y un dibujo que hice de mi familia, en el que mis padres estaban sonriendo y yo me encontraba en medio, agarrándoles de las manos.

Me gustaba soñar con que algún día eso podría pasar, pero sabía en el fondo, que jamás sucedería. Lo que hice en esa parte de mi vida no fue tan bonito como en la anterior. Un día me encontré con Victoria mientras iba a hacer algunas compras. Ella parecía más mayor a pesar de haberla visto meses atrás. Iba con su madre de la mano y parecía muy contenta.

-¡Chrystalle!-Gritó cuando me vio aparecer.

-Hola Victoria. Buenas tardes, señora Frank.-Intenté saludar con educación a la madre de Victoria y ella me devolvió el saludo con una sonrisa.

-Madre, ¿Puedo quedarme jugando un rato con Chrystalle?

-Bueno, pero solo un rato, tenemos que volver pronto para hacer la cena.-Ella se marchó a hacer más compras antes de dejarle claro a Victoria que nos quedáramos aquí y que volvería en media hora. Me preguntó por mis heridas, y le expliqué que me había caído.

-Sigues igual de torpe.-Victoria me miró con una sonrisa.

-Lo sé…

-Oye, ¿vamos a otra parte? Hay un parque por aquí cerca.

-Pero tu madre ha dicho que no nos moviéramos de aquí.

-No pasa nada, va a tardar, además está aquí al lado y seguro que no se enfada.

Fuimos al parque que, como dijo Victoria, estaba muy cerca. Podíamos ver el lugar donde la señora Frank estaba comprando y si salía volveríamos corriendo.

-¿Por qué te fuiste de la escuela? ¿No te gustamos?

-Sí, mucho, pero… mis padres dicen que es muy cara y que no necesito ir.-Esa frase se me escapó, ellos me dijeron que inventase cualquier cosa.

-Pero la escuela es buena, se aprende mucho, y además se hacen amigos.

-Eso lo sé. Pero no puedo hacer nada.

-Es una pena, ya estábamos pensando en cómo celebrar tu cumpleaños.-Eso me dolió mucho, pensé en lo que me había perdido ese día en el cual me quedé en casa mirando una caja que solo contenía recuerdos, pero no nuevas experiencias.

Jugamos a un montón de cosas. Me enseñó lo que era el corre que te pillo y estuvimos jugando un rato. Como nos cansamos, decidimos jugar a que éramos mayores e íbamos juntas a hacer las compras. Era un juego raro, pero igual de divertido. La media hora voló al igual que volaron Victoria y su madre cuando volvió.

No quise pensar que esa sería la última vez que vería a Victoria.

1 comentario:

  1. Dejar a los amigos atrás siempre es una prueba muy dura. Por eso, nunca los pierdas en tus recuerdos, tal vez te saquen una sonrisa

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