jueves, 24 de marzo de 2011

Recuerdos IX

Volveré al punto dónde me quedé antes de comenzar de cero. Los Señores Lennon me abandonaron y el médico que me salvó me llevó a un orfanato dirigido por monjas. No recuerdo bien el momento exacto de mí llegada, pues estaba ida completamente pensando en por qué me hicieron eso después de todo, preguntándome dónde estaba Blake y que sería de él. Pensé que volverían, y no sabía si me aliviaba o atemorizaba esa idea. Opté por la segunda opción e intenté buscarle lo bueno a esta nueva vida.

Llevaba ya unos días en el orfanato, y me sorprendió un día al mirarme al espejo, que mi rostro estaba completamente limpio de heridas y pude verme tal y como era en realidad. Inspeccioné con mis dedos y noté la piel lisa sin postillas o hinchazones y la verdad, fue una sensación agradable tocarme sin que me duela.

Mi habitación era de cinco chicas, incluyéndome y los chicos estaban en otra área y estaba prohibido que vinieran aquí. La relación con los huérfanos… no existía. Me mantuve al margen porque me sentía diferente a ellos, pues era la única niña a la que sus padres habían abandonado. Bueno, y si no lo era, no conocí a otra u otro.

Y pasaron los meses de forma pesada. Aquel lugar estaba más o menos bien, me daban de comer y no me golpeaban a menos que me portara mal, pero nada en comparación con mis padres. O si no me castigaban, simplemente. Pero solía portarme bien, por lo que podría contar con los dedos de una mano las veces que me castigaron. Casi siempre era debido a otro niño que me la jugaba. Algunos se metían conmigo, otros me miraban con pena, y otros tan solo me ignoraban. Me desperté una mañana, después de otra noche de pesadillas como todas, aunque aún me seguían dando miedo. Pero esa noche, pude ver de nuevo la luz que veía anteriormente, y estaba tan cerca que pude sentir que emanaba un calor muy agradable. Aquel mal olor de la habitación que inundaba mis pulmones cada mañana, me despejó. Noté frío en un pie, y vi que estaba fuera de mis sábanas… ¿blancas? Amarillentas, más bien.

Me levanté y me vestí al igual que otras chicas y escuché la pequeña risa de una de ellas, que me miró, habló con otra y ambas se rieron. Miré si tenía algo mal puesto o si tenía algo en la cara, pero todo marchaba bien. Bueno, me faltaba un calcetín y a pesar de buscarlo por todas partes, no di con él. Tan solo encontré una gran pelusa debajo de mi cama. La campana que avisaba de que teníamos que ir a desayunar sonó, por lo que busqué si tenía otro par limpio, y no, no tenía. Por lo que me puse el zapato frío con el pie desnudo y fui a desayunar. Corrí hacia el comedor y vi como todos estaban ya sentados.

- Chrystalle... Llegas tarde. Siéntate.-Era la madre superiora, y su pose a pesar de tener una avanzada edad, se mantenía recta.

-Discúlpeme.-Me limité a decir antes de sentarme. Escuché de nuevo una risa por lo bajini y busqué a la persona que la emitió. De nuevo era mi compañera de habitación, que me miraba riéndose.

-¿Qué pasa?-Pregunté intentando comprender el chiste.

-Que eres tonta.-Me respondió antes de dar una cucharada en su plato y soltar una carcajada. Pude ver cómo le faltaba un diente, lo cual me recordó a mi caja de los recuerdos que se quedó en mi antigua casa. El hecho de que la había perdido, me dolía ya de por sí. Aunque cuando volví a centrarme en lo que me había dicho, me entristecí más.

-¿Por qué? Si no he hecho nada.

- Estás sola, siempre estarás sola, porque eres una niñita tonta.-Y eso me derrumbó. No quería pensar en que estaba sola, era la peor sensación del mundo, y es peor aún cuando te lo confirman. Agaché mi mirada hacia el plato e intenté ignorarla, pero una voz me sobresaltó.

-¡Claudia!

Era la niña que se burlaba de mí. La madre superiora le llamó la atención y volví la mirada hacia ella, viendo como estaba toda embadurnada de… ¿gachas? Ojalá. Más bien caldibache con algo de pan migado. Se había tirado sobre el plato. La miré por lo bajo intentando que la madre superiora no me viese y me reí. Aunque no me reía de su “desgracia” sino más bien me preguntaba que le había pasado para acabar así.

- ¿Y tú de qué te ríes? Madre, ¿no es pecado reírse de los males ajenos?- Me observó con rabia en los ojos. ¡Fue ella quien comenzó a meterse conmigo! No era justo que me culpara a mí.

-Bueno, yo estaré sola, pero veo que tú te has enamorado del plato de comida, así que os dejo a solas.-Dije eso casi sin pensar, aunque sabía lo que venía después.

- ¡Chrystalle! Ahora mismo, las dos, a la capilla. Vais a fregar el suelo pero antes haréis diez cruces con la lengua sobre él- Nos miró de forma severa. - ¿Ha quedado claro?

Claudia se levantó y yo la seguí hasta la capilla.

- ¿Ves lo que has conseguido? Si te hubieras quedado calladita...-Me reprochó en el camino.

- ¿Yo? Pero si has sido tú la que se ha puesto a meterse conmigo sin motivos.

- Yo solo me he reído, ¿No está prohibido, no?

- Yo también, así que estamos en las mismas.

- Definitivamente, eres tonta. Supongo que por eso te abandonaron tus padres, ¿no?- ¿Me abandonaron por qué era tonta? Fue lo primero que se me pasó por la cabeza. Me sentí inútil por no conseguir que los Señores Lennon me quisieran y me planteé la posibilidad de que era porque realmente era tonta.

-... Bueno... tú también eres huérfana, no deberías hablar tanto.

- Yo no tengo padre, y mi madre murió.

- Entonces no te importa lo que los míos hicieran.

- Desde luego que no me importa – Se puso digna y no dijo nada más hasta que llegamos a la capilla.

No la vi muy dispuesta a hacer las cruces en el suelo, y yo tampoco quería hacerlas, porque sabía muy mal y solía haber bichos y polvo en él. Le pregunté y finalmente hicimos un trato en el cual ninguna lo haríamos si callábamos. Terminamos de fregar y llegó la hora de ir al patio a jugar. No me gustaba mucho esa hora, pues la pasaba sola, y aunque era igual que el resto del día, me dolía ver como los niños jugaban entre ellos y no me miraban. Hubiera jugado con ellos si me lo hubieran propuesto, pero nadie me preguntó nunca. Por lo que me veía ahí, sola y botando una pelota. La pelota cayó sobre mis pies y me fijé que las puntas de mis zapatos estaban manchadas de barro de las anteriores lluvias. Cuando me di cuenta de mi pensamiento absurdo, pude ver como dos manos cogieron la pelota y la levantó.

Miré hacia esa persona, y vi a un muchacho de más o menos, diecinueve o veinte años, con el pelo rizado y castaño. Tenía los ojos marrones y una sonrisa en el rostro, cubierto con un poco de barba, pero solo un poco. Me sorprendió ver a un hombre así, que se me acercara e incluso que pretendiera interactuar conmigo y sobretodo sonriendo.

-No me gusta jugar solo, ¿y a ti?- Continúa sonriendo, y me costaba hablar debido a que no lo conocía de nada y me daba vergüenza hablar con desconocidos.

-Pues…lo hago cada día…pero…-Agaché la cabeza pensando en lo mal que lo pasaba día tras día jugando sola.

-Pero…-Él se agachó y buscó mi mirada con sus ojos. Tampoco perdió la sonrisa. Nunca vi antes a alguien tan risueño anteriormente y me inspiraba más seguridad.

-No me gusta…

-¡Anda, que coincidencia! - botó una vez la pelota - Aunque... esto es muy aburrido. Personalmente prefiero el escondite.

-¿Cómo se juega?

-Te responderé si me contestas tú a algo.

-Vale…-Me imaginé un montón de preguntas acerca de por qué estaba sola o algo por el estilo, pero fue más simple, mucho más.

-¿Cuál es vuestro nombre?- Su tono de voz cambió a uno más caballeroso.

-Chrystalle.- Y si me hubiera preguntado apellido no habría contestado.- ¿Y vos cómo os llamáis?- Levanté un poco más la cabeza para poder verle mejor.

-Phoenix, como el ave.-Se rió.

-He leído algunos cuentos sobre Phoenix.-Finalmente se me escapa una pequeña sonrisa que hace mucho no dibujaba mi rostro.

-¿De verdad? ¿Y qué se dice?

-Se consumen y resurgen de sus cenizas.-Recordé aquel libro que leí acerca de ellos, y que tanto me gustó.

- ¡Exacto! Ojala yo pudiera hacer eso... Bien, debería presentarme adecuadamente.- Me tendió la mano e hizo una leve inclinación. Yo le tendí la mía mirándole con curiosidad, preguntándome el por qué hacía todo eso. Llevó mi mano a sus labios sin llegar a besarlos y levantó su mirada de nuevo hacia mis ojos.-Es un placer conocerla, milady Crhystalle.- No entendí del todo sus cambios de forma de hablar, a veces tuteándome y otras refiriéndose a mí de vos.

-Igualmente, señor Phoenix.

-¡Bien!- Me sostuvo la mano.- El escondite consiste en lo siguiente: Yo cierro los ojos y cuento hasta veinte y mientras tú te escondes. Tú ganas si eres capaz de volver al punto donde yo he estado contando sin que yo te descubra y vuelva a él. ¿Qué te parece?

-Parece divertido, ¡venga, juguemos!- Estaba muy animada porque alguien quería jugar conmigo y a un juego que no conocía.

Él comenzó a contar y yo busqué un escondite. Los niños me miraban extrañados y supuse que tendrían envidia porque un muchacho muy simpático estaba jugando solo conmigo. Me escondí tras un árbol y Phoenix comenzó a buscarme. Se acercó a donde yo estaba pero no directamente. Por lo que aproveché el momento y salí corriendo hacia el punto al cual debía ir. Él se dio cuenta y fue detrás de mí, pero fui más rápida y le gané.

¡Bien!- Me reí a carcajadas después de mucho sin hacerlo. Estaba muy contenta no por el hecho de ganar, sino por motivos obvios. No estaba sola, al menos ese día.

-Eres rápida, jovencita.- Me “fulminó” con la mirada.

-O vos sois lento.

-¡Mírala que lista!- Sonrió de forma pícara y recordé el episodio de antes.

-¿Lista? Claudia dice que soy tonta…

-¿Claudia? ¿Y quién es Claudia? Yo soy Phoenix y digo que eres lista.- sonrió - Al fin y al cabo, no somos más que nombres, ¿no? Y los nombres tienen la importancia que tú les des. ¿Te importa ella?

No, la verdad es que no me importaba, y me animó que él pensara que era lista. Le pregunté si tenía cosas más importantes que hacer y por desgracia así era. Aunque me causó curiosidad el saber que iba a hacer, pues no parecía que viniera a ver a las hermanas.

-¿Esta noche quieres que vaya a verte?- Me preguntó antes de irse.

-¿A verme? A las habitaciones no pueden venir chicos.

- Esas son las normas... cierto. Pero... ¿no se hicieron las normas para que algún insensato las burlase? No te he preguntado si puedo "según las hermanas"- Puso las manos en posición de rezo, cínico - ir a verte... te he preguntado si quieres que vaya.

- Bueno... acabamos de conocernos. Igual así no me sentiría sola, pero ¿queréis vos venir?-Deseé que dijera que sí, aunque en el fondo me parecía disparatado y llegué a pensar que estaba bromeando.

- Desde luego. Acabamos de conocernos pero... tengo la sensación de que muchas cosas cambiarán de ahora en adelante - se puso de rodillas y me miró con broma en la cara.- ¡Si, quiero!- Me reí, parecía que le estuviera pidiendo en matrimonio como en los libros y además me alegró ver que no estaba bromeando y que igual si que iba a venir. Si lo veían me castigarían, pero como él me dijo: “Hay que burlar las normas.”

-Sois muy extraño, y muy gracioso.-Añadí mientras continuaba riéndome.

- Vaya... lo habéis notado. Suerte la mía - hizo una exagerada reverencia - Nos vemos esta noche, milady Chrystalle.

-Hasta esta noche, señor Phoenix.-Imité su reverencia y se marchó. Me quedé pensando en lo extraño que era y esperé impaciente a que la noche cayera, preguntándome si volvería.

2 comentarios:

  1. Feliz encuentro, y por suerte, no hubo una separación

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  2. Normas... si todo se tuviera que regir por normas, seríamos otra cosa muy distinta al ser humano.
    Qué tengáis buenas noches, milady Chrystalle...

    ·Phnx·

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