miércoles, 23 de marzo de 2011

Recuerdos VIII

El peor año de mi vida llegó cuando cumplí los seis años. En esa parte de ella no tengo ningún recuerdo feliz que pueda explicar, todo estaba negro para mí hasta que nació él. Blake, tan pequeño y dulce que nunca conseguí acostumbrarme a cogerlo en brazos por miedo a que se rompiera. Aunque yo me encargaba de cuidarlo, no me quejaba, pues así evitaba que los señores Lennon le hicieran daño. En ese tiempo estuve muy irascible con ese tema, no quería que nadie se acercara a él.

-¿Sabes Blake? Algún día nos iremos lejos y viviremos muchas aventuras como en los cuentos que te narro nada noche.

Parecía entenderme, pues sonreía de forma amplia y dejaba ver sus encías desnudas de dientes. Una vez le hice un dibujo en el que salíamos los dos, pero lo guardé en mi caja de los recuerdos con el pensamiento de enseñárselo algún día al igual que mis otros recuerdos. También me guardé uno de sus calcetines. Era muy pequeño y me pareció tierno tenerlo, y nadie lamentaría la pérdida de un calcetín habiendo más.

Un día decidí llevarlo de paseo, los señores Lennon no nos hicieron caso. Me imaginé que llevaba una bolsa enorme con todas mis cosas y las de Blake, y que nos marchábamos para siempre. Pensé que ahí comenzaba nuestra aventura, pero tuve que admitir que no podría alimentarle y abrigarle, por lo que omití esa idea. Tan solo quería que estuviera bien y fuese feliz. Incluso estaba pensando en cómo celebrar su primer cumpleaños.

En el camino que hicimos, llegamos a un campo bastante feo, pues Londres no destaca por su bella naturaleza. Había un río que estaba sucio debido a una fábrica que había cerca. El humo que respiraba cada día, era en ese momento más espeso. Deseaba poder darle a Blake lo que le prometía. Busqué la parte más limpia de aquel campo y puse una manta en el suelo. Cogí a Blake del carrito y lo dejé encima. Jugué con él, le hice cosquillas, pedorretas, le comí a besos y abrazos hasta que cayó dormido debido al cansancio. Me hizo muy feliz el hecho de conseguir que él lo fuese, aún más porque yo podía darle esa felicidad. Me alegró aprovechar ese día en el que no nos llovió, y había no un sol radiante, pero algo de claridad en el cielo.

-Blake, te prometo que algún día volaremos juntos por el cielo. ¿Sabes? Sería bonito volar, y en el caso de que yo pudiera y tú no, te llevaría en brazos. Espero que tú también me llevaras a mí si yo no puedo. Pero con lo pequeñito que eres lo dudo.- Susurré para no despertarlo con la esperanza de que me escuchara en sus sueños.


Él se despertó y me sentí culpable por haberle interrumpido su sueño. Me daba un poco de envidia el hecho de que él no tenía pesadillas, pues no parecía sufrir mientras soñaba. Pero me gustaba porque así Blake no lo pasaba mal cada noche al igual que yo. A veces me despertaba al lado de su cuna, tirada en el suelo sin saber cómo había llegado. La luz de mis sueños aún estaba lejos, pero cada mañana él era mi luz.

Por suerte no se despertó llorando, es más, tenía una amplia sonrisa en el rostro. Y sin borrarla nos señaló a nosotros y al cielo. Pensé que me había escuchado y que había soñado que volábamos, y ese gesto me enterneció. Lo cogí en brazos y lo abracé, pues vi que el tiempo estaba empeorando. Me lo llevé al carrito y lo abrigué con la manta y de nuevo se durmió con esa sonrisa dibujada.

-Algún día, te lo prometo.

Y volvimos a casa.

Igual enfermé debido al frío que cogí en ese momento, pero jamás me arrepentí de haberlo vivido con Blake. Continué con mi diario durante mi enfermedad, hasta que conseguí terminarlo y lo guardé en mi caja de los recuerdos.

Pero no sabía lo que el destino tenía pensado para mí aquella noche fatídica. Resistí todo lo que pude para seguir cuidando de él, pero finalmente no pude aguantar más y aquella noche fue la última vez que lo vi. Jamás me arrepentí tanto como esa vez, pues pude haberme ido antes de que ellos se fueran, y pude haberlo protegido de ellos. Se llevaron lo más bonito que me pasó y a mí me llevaron lejos de esa vida catastrófica para empezar una nueva en un orfanato. Y todos mis recuerdos acumulados en mi caja, se quedaron allí, al igual que mi consciencia durante un tiempo que recuerdo gris en mi memoria.

1 comentario:

  1. Todas las vivencias tienen su contrapartida. Vendrán tiempos mejores

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