miércoles, 23 de marzo de 2011

Diario (III)

Una noche me atreví a culminar uno de los miles de planes que había en mi cabeza.

Taylor me había alojado consigo, en el puerto. Sí, era aquel viejo que había descubierto mi pequeño hurto. Como castigo me exigía trabajar en el puerto, y así poder ganarme mi propia comida. Obedecí gustosa, no me gustaba nada tener aquel acto sobre mi historial. También así evitaba pensar en otras cosas.
Fue en una de esas noches cuando conseguí un poco de pergamino y tinta. Una vela hizo de confesor y testigo del largo tiempo que pasé, reflexionando acerca de lo que escribir.

"No tengo gran explicación para lo que he hecho, no tendría un buen efecto en estas palabras. Desconozco qué es exactamente lo que debo decir, o como decirlo. Pero sí lo que no tengo ni quiero decir. No voy a pedir disculpas por haber huído de casa, no quiero someterme a un futuro que promete infelicidad para todos los implicados. Es demasiada responsabilidad sobre mis hombros, no podría soportarla, ni siquiera puedo imaginarla.
Conmigo me llevo el calor del hogar, jamás desaparecerá de mi memoria. Ojalá que el pesar de mi marcha se cure pronto"

Sin quererlo había mojado el pergamino. El miedo había salido gracias a aquella carta, y se escapaba en forma de lágrimas. Me dormí entre llantos, y la carta en mi bolsillo. Jamás llegaron a leerla

1 comentario:

  1. Todo llega a leerse algún día, por eso lo escribimos, para que esa persona que ha de leerlo lo descubra.
    Pronto las cosas irán a mejor.

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