martes, 27 de agosto de 2013

La plaza del arquero


Hace mucho tiempo, aquí… ¡sí! Aquí mismo, vivió un héroe. Cuentan que la ciudad estaba siendo asediada por una horda de sombras imparables. De tal magnitud era el ataque que incluso el propio Rey de Nogmiah se colocó su armadura, desenvainó su espada y embrazó su escudo para lanzarse a la batalla contra la oscuridad. Los centinelas intentaron encender las almenaras para pedir ayuda a otros reinos, pero las sombras se cernían sobre las piras, extinguiendo toda luz, y la posibilidad de salir con vida de aquel envite. Se propagaban por las calles, acabando con todo aquel que encontraban, apagando sus sueños y consumiendo a los habitantes de esta ciudad. No había espada capaz de abatirlas, ni escudo que protegiera de su maldad.

Todo parecía perdido cuando en la inmensa plaza, vacío de toda esperanza, débil y herido, el Rey clavó una rodilla en la tierra y su espada delante de sí. Sin una llamada, sin una tenue luz… la ayuda no llegaría a tiempo.

Fue entonces cuando, en medio de aquella implacable oscuridad, surgió esa llama. Se trataba de un joven, que con el arco en la mano prendió su última flecha con los retazos de la vida y la inocencia que aún le quedaban, y disparando hacia el cielo, una estela azulada iluminó la noche… y a lo lejos, justo antes de que él cayera, las almenaras de reinos vecinos se prendieron en respuesta.

Él jamás lo vería, pero la ayuda estaba en camino.


Y por eso, niños, este lugar es conocido como “la plaza del arquero”, en honor a ese valiente joven que dio su vida para que este lugar y sus gentes pudieran vivir para ver otro amanecer. 

1 comentario:

  1. Un verdadero héroe.
    Vale más un acto semejante que un nombre repetido varias veces por centenares de personas.

    ~Chrystalle~

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