Hace
mucho tiempo, aquí… ¡sí! Aquí mismo, vivió un héroe. Cuentan que la ciudad
estaba siendo asediada por una horda de sombras imparables. De tal magnitud era
el ataque que incluso el propio Rey de Nogmiah se colocó su armadura,
desenvainó su espada y embrazó su escudo para lanzarse a la batalla contra la
oscuridad. Los centinelas intentaron encender las almenaras para pedir ayuda a
otros reinos, pero las sombras se cernían sobre las piras, extinguiendo toda
luz, y la posibilidad de salir con vida de aquel envite. Se propagaban por las calles, acabando con todo aquel que encontraban, apagando sus sueños y
consumiendo a los habitantes de esta ciudad. No había espada capaz de abatirlas,
ni escudo que protegiera de su maldad.
Todo
parecía perdido cuando en la inmensa plaza, vacío de toda esperanza, débil y
herido, el Rey clavó una rodilla en la tierra y su espada delante de sí. Sin
una llamada, sin una tenue luz… la ayuda no llegaría a tiempo.
Fue
entonces cuando, en medio de aquella implacable oscuridad, surgió esa llama. Se
trataba de un joven, que con el arco en la mano prendió su última flecha con
los retazos de la vida y la inocencia que aún le quedaban, y disparando hacia
el cielo, una estela azulada iluminó la noche… y a lo lejos, justo antes de que
él cayera, las almenaras de reinos vecinos se prendieron en respuesta.
Él
jamás lo vería, pero la ayuda estaba en camino.
Y por eso, niños, este lugar es conocido como
“la plaza del arquero”, en honor a ese valiente joven que dio su vida para que
este lugar y sus gentes pudieran vivir para ver otro amanecer.
Un verdadero héroe.
ResponderEliminarVale más un acto semejante que un nombre repetido varias veces por centenares de personas.
~Chrystalle~