jueves, 20 de enero de 2011

¡Que empiece la función!


¡Ah, Londres, principios de siglo XIX! Qué mejor lugar lugar donde vivir que no sea la polifacética Londres. Vuelvo a amenecer en mi callejón de Whitechapel, de momento no lo comparto con nadie. Es una lástima dormir solo, pero es mejor que no tener que responder por qué un tipo caramente trajeado con sombrero, bastón de puño de plata y maletín duerme en un callejón en un distrito de mala muerte aferrado a una cajita de música. Me sacudo el traje, está manchado, así no llegaré lejos. Guardo la cajita en mi maletín, el cuál tiene más telarañas que otra cosa. Me limpio la cara y me arreglo. Me coloco correctamente el sombrero. Están lloviendo a perros y gatos. Veo unos ojos brillante debajo de una tapa de un cubo de basura.

-¿Estoy presentable, Mr Gato?- le digo saludándole quitándome el sombrero.


Espero paciente una respuesta de mi amigo gatuno. No responde, solo me vigila moviendo los bigotes. Miro si me responde por pestañeos, pero algo me dice que los gatos no suelen pestañear.

-Me lo tomaré como que tengo tanto estilo que no puedes ni quitarme el ojo de encima.


Me dispongo a salir del callejón. Sigue lloviendo, no es raro, es un tiempo típicamente británico. Alzo el bastón, asomo la cabeza, hay demasiada gente en la calle. Espero a que se vacíe para no llamar la atención. La gente corre a ponerse a cubierto, así que aprovecho la ocasión. Me sacudo las mangas de la chaqueta.


"¡Eddy, comienza la función!"


Salgo a la calle y me dispongo a desayunar. Por suerte hacía tiempo que no me pasaba por la panadería de la señora Wallace. Bueno, señora y señorita, ya que su nieta la ayuda con el horno e incluso a veces la lleva ella sola.

"Bien bien, creo que el señor Looper, supervisor del gremio de panaderos y confiteros les hará una visita"

Salí de Whitechapel y me dirigí hacia allí. Pegué a la puerta con el bastón después de estar allí un rato, para que vieran mi figura desde fuera. Entré y escuché los cristalinos sonidos característicos de cuando se abre la puerta de un establecimiento.

-Oh, suenan como siempre. Eso está bien.- dije a modo de saludo mirando los tubitos del techo.

Estaba la nieta de la Madame Wallace. Emily Wallace. Bueno, no pasaba nada. Así sería más fácil. Ella me miró desde el otro lado de la tienda con cara de haber visto a un fantasma. Solo acertó unas palabras.

-Señor James Looper.- Saludó sin entusiasmo, era evidente que no se alegraba de verme.
-Señorita Wallace. Vengo, como siempre, a ver cómo va el negocio. Parece que le va bien.
-Sí...
-A ver cuando habla con el gremio, algún día querrá pertenecer a él, ¿no?
-No me interesa.
-Yo solo soy un mandado. Ahh-suspiré sentándome.- Estoy desfallecido. ¿Huele a pan recién hecho?
-¿Quiere tomar algo?- preguntó.
-No por Dios.- dije negando lo evidente.- Pero bueno, si insiste, degustaré el pan como supervisor que soy. El gremio debe saber si mantienen su buena calidad.
-Por supuesto- dijo Emily, que en cuanto fue hacia el horno comenzó a mascullar maldiciones sobre mi falso nombre. Pero bueno, era algo a lo que estaba acostumbrado.

Comí a cuerpo de rey, incluso me las apañé para que me añilara el pan en aceite. ¡Aceite! En fin. Me fui después de inspeccionar el horno, me hice el interesante, aunque no tenía ni idea de como funcionaba aquello. Hacía un calor de mil demonios, así que supuse que estaba en perfecto estado. Vi unos bollitos pequeños recién hechos que olían de maravilla.

-Perfecto, esto marcha. ¿Y estos bollitos? Son demasiados para una mañana, ¿no? Al gremio le encantan esta clase de cosas. Pequeños panecillos riquísimos con nombres raros de los que sacan una buena pasta. ¿Me puedo llevar algunos para que lo degusten? Estará juntos con los de las otras panaderías que le hacen la competencia. Es una buena promoción para su panadería, Emily.-dije mientras metía alocadamente esos panecillos en mi maletín, a la vez que intentaba que no viera la dependienta que estaba casi vacío.

-No...pero, lo pagará, ¿no?
-Ay, que sucia está esta mesa.
-Aquí tiene.-respondió harta.

"No está horno para bollos" sonreí divertido debido a mi ocurrencia..
Me fuí alegremente con el estómago lleno, no era menos, había comido gratis. Emily Wallace, la mujercita, me despidió con la misma frialdad con la que me saludó.

Comencé a pasearme por Londres satisfecho al notar en mi maletín esos panecillos y el aceite (¡casi oro!) en mi maletín . Me encontré con un muchacho callejero.
-¿Señor Doyle?- dijo entregandome un sobre con una carta.
-Soy yo.- dije después de acordarme de que era otra de mis identidades.
"Señor Doyle, el banquero, casi se me olvida"

-Aqui tiene.-alargó un sobre.

-Gracias pequeñó, puedes marcharte.-le despedí con un gesto de desdén, aunque en realidad el muchacho me recordó mucho a mi.

La carta se resumía en una invitación de mi "hermano", un banquero riquísimo (o al menos eso aparentaba) llamado James Doyle. El tipo no era un lumbreras precisamente, pues con el tiempo llegué a sumplantar la identidad de un hermano suyo al que no veía desde hace mucho tiempo, debido a sus innumerables viajes de negocios. Tras un encadenamiento de memorables malentendidos y coincidencias, conseguí que me "recordara" como su hermano desparecido en negocios. La invitación era...¿un compromiso? ¡Vaya, era mejor de lo que esperaba! No hay nada mejor que tener "afortunadas ventajas" (como ponía en una parte de la invitación) para hacer "negocios". Lo típico de un farsante (oh, sé que no lo dije, pero seguro que usted, avispado lector, os imaginaríais que era un farsante, aunque me gusta más denominarlo como actor frustrado), hacer que ancianitas sin herederos te deje una herencia, enlaces matrimoniales, malentendidos...mucho ajetreo, ¿verdad? Bueno, por lo visto se casaba la hija de mi hermanito, una belleza llamada Jean Doyle (lástima que sea mi "sobrina") con un tipo de alta alcurnia llamado Etham Williams. Bien, la cosa promete.

Un sobre se mecía sobre mis narices. Un muchacho me abanicaba con un sobre intentando sacarme de mis ensoñaciones. Era evidente que me lo quería entregar. Tenía mejor aspecto que el recadero anterior, era más mayor, y parecía que habia intentado arreglarse.

-¿Qué queréis?

-¿Señor Anderson?

-Soy yo. -alcé mi sombrero con la mano del bastón y me pasé la otra mano por el pelo, aquel muchacho había invocado al manager artísitico Mark Anderson.

-Para usted.-alargó una mano mostrando el mismo sobre de antes.

"Otra carta" pensé tomando el sobre.

-Veamos, ¿cuál es tu nombre?.-suspiré mientras abría el sobre.

-Stuart, señor.

La carta empezaba más o menos así:"Queridísimo señor manager, ha llegado a mis oidos que representa compañías de teatro y célebres actores..."

Cuando acabaron los cumplidos dejé de prestar atención. Supongo que el desgraciado que había caído en mi red, el cuál se llamaba Arthur, quería mis servicios.

-Huele a pan. - dijo el mensajero, evidentemente, se le hacía la boca agua y miraba mi maletín casi con odio.

-Y tú hueles como un pordiosero.- su mirada de odio creció tanto, que decidí regalarle uno de los buenísimos panes de la señorita Wallace, no era plan de hacer más enemigos- En cuanto a lo de tu amo, no sé, necesitaré mucho papeleo y tendré que ver si me vale. Ya sabes, la burocracia y...

-10 libras.

-No habrá problema. Pero aún así tengo que verle.

-¿Esta noche?

-Esta noche estoy ocupado.

-¿Por qué?

-Porque estoy invitado a la fiesta de los Doyle muchacho, gente con clase.-añadí ignorando la impertinente pregunta para tirarme flores.

-No habrá problema, estamos invitados.

"¿En serio? ¿Qué relación tendrá el amo de este muchacho con los Doyle?"

-En ese caso, nos encontraremos en un par de horas en la torre del reloj. Mmm...necesitaré un criado.-el muchacho me echó una mirada aveeriguando mis intenciones. Me acerqué a él y le saqué las diez libras (las que él me dió, por supuesto) detrás de la oreja y luego se la lancé.

-Lo siento señor, no me esta permitido aceptar su dinero, pero lo haré.-dijo a la par que apresaba el billete enrollado en el aire y lo arrojaba por detrás de su hombro. Él era bueno, pero yo sabía de predistigitación como había demostrado. Percibí que su otra mano, colocada en la espalda, había recuperado el dinero diestramente y sin mirar antes de que cayera al suelo.

-Es una pena.- dije mientras me daba la vuelta y me despedía con la mano.

Para estar presentable debía arreglarme. Y hacía días que no me daba un baño. No había tiempo para engañar a nadie para que me dejara asearme en su casa con otra identidad. Una tienda de perfumes cuyas muestras eran gratis debía ser suficiente. Había muchas señoras, así que aproveché y me eché casi media colonia de hombre. Me percaté de que mi boca olía a rayos, así...que me eché en la boca.

Os podéis imaginar el resto.

Después del incidente, fuí a la torre del reloj con la boca abrasada de perfume. Allí me encontré con el tal Arthur, o me imaginé que era él. Un tipo con una apariencia extraña, casi artificial, más joven de lo que creía.

"Más te vale tener dinero"

-¿Señor Arhur?-dije alargando la palma de la mano.- Soy el manager Mark Anderson. Usted me escribió, ¿no es cierto?

-Así es.- dijo un poco forzado respondiendo al saludo.

"Una peculiar voz, eso es bueno, veamos que tal tus perfiles, Arthur"

Empecé a dar vueltas como un buitre sobre el tal Arthur, él se quedó paralizado, pero no dijo nada. Me acerqué y con unos dedos le alcé el mentón, como si tasara un trozo de carne en un mercado. Le tomé de las mejillas y le giré la cara. Abrió los ojos como platos casi horrorizado ahogando un grito.

-Tranquilo hombre, no te voy a hacer nada...¿qué demonios?

Mis manos estaban pringosas de algo que reconocía en las mujeres...¿maquillaje?

Un coche de caballos paró frente a la torre del reloj y de él bajó mi nuevo criado, el anteriormente mencionado Stuart. Bueno, y el de Arthur, pero esa noche me pertenecía a mi.

-¿Por qué demonios un hombre como usted se maquilla?-dije limpiándome en mi manga, y después la manga en el pantalón, y después del pantalón de nuevo a mi mano, y de mi mano a Arthur, que seguía con los ojos abiertos como platos anodadado e intentando explicarse.

Stuart se unió a nosotros, miró a Arthur, su amo. Él lo miró, miraron al suelo, y se volvieron a mirar nerviosos.

-Verás...-comenzó a explicar Stuart-Mi amo, es tan guapo, que necesita ocultar su extrema belleza tras capas de maquillaje, para no llamar la atención y que no le reconozcan.

"¿Desde cuando es una desventaja ser guapo en el mundo del espectáculo?"

-Pero tengo que verle sin maquillaje, ¿no cree? Tengo que ver sus puntos fuertes y débiles en su apariencia. De todas formas, si es un cardo escocés, mmm...¿puedes simular que eres hindú? ¿o egipcio? A la burguesía le encanta lo exótico...

-¿Ves?-dijo Stuart alegre dándole un codazo a su colega (porque su actitud no era propia de un criado, al menos con el señorito Arthur)-Te lo dije, ¡Él sabe!

-Venga, quitáos el maquillaje, señor Arthur.

Se volvieron a mirar.

-Eh...después de la fiesta, es que si no, no me dejarán tranquilo.-dijo Arthur.

-¡De acuerdo!¡Después de la fiesta!-le señalé con el dedo indicando que tenía su palabra. Me dirigí hacia el asfalto entrando en el coche de caballos-¿Habéis venido en esto? Los he montado mejores.

"Ni en sueños, Eddy"

Escuché una maldición ahogada sobre mi falso nombre por parte de Stuart, lo que me recordó a la panadera Emily Wallace.

-Y bien...necesito una prueba de que sois un gran actor.- le dije mientras avanzaba el vehículo por la calle rumbo a la casa de los Doyle.

-De acuerdo.-respondió enérgicamente el actor.

Silencio.

-Eh...bueno, decidme que queréis que haga, ¿no?

-Ah...esperaba que lo hicieseis por vuestra cuenta, pero si insistís.

-Diga lo que quiera, soy un gran actor.

-Bien...lo que sea ¿eh? Bésale.-señalé a Stuart, Arthur pareció contrariado.- Eres un actor, haces lo que sea según lo que diga tu papel. Pues bien, besáos.

-¡Vale!- dijo Stuart sin darle una oportunidad de responder a Arthur.

Me quedé anonadado, atónito...

"¿Besar a un hombre? Así... ¿Tan fácil? O son muy buenos actores o... Bueno, si es un hombre que se maquilla...a lo mejor son...Bah, lo averiguaré después de la fiesta"

Nuestro carruaje se perdió rumbo a la fiesta de los Doyle, por las nieblas de la noche de Londres.

1 comentario:

  1. "Ni en sueños, Eddy"?
    Quizás en sueños sí, sino ahora, puede que algún día.

    ··Bufona··

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