martes, 20 de diciembre de 2011

Nuestras normas

Podría decirse que aquel lugar quedaba aparte del resto del mundo, alejado de miradas indiscretas y oídos imprudentes. Cualquiera de los presentes en la reunión podría haber dicho algo como “jugar con las palabras es más peligroso de lo que dice la creencia popular”, y posiblemente no hubiera caído en un error al hacer tal afirmación.

Apenas hacía unos segundos que había llegado el último de ellos, con un acostumbrado retraso que los demás tendían a disculpar, aunque unos con más reproches que otros.
En otros tiempos habían utilizado amplias capuchas, e incluso algún tipo de artimaña para cubrirse el rostro, pero hoy por hoy todos habían concluido en que no hay nada como saber con quien vas a bailar.

- Llegas tarde – con el mismo tono altivo de siempre, Zaara se encargó de recordárselo
- Lo sé, lo sé, lamento la tardanza pero he tenido un pequeño percance con un… - el hombre hizo una exagerada inclinación antes de unirse al círculo donde los demás aguardaban, unos sentados y otros en pie
- No importa Olfen, unos minutos más no nos iban a solucionar nada – uno de los presentes le dirigió la palabra con una sonrisa cómplice
- Gracias, Vontière – le respondió
- ¿Os habéis enterado? Parece que habrá guerra – Filia Van Tassel dio un ligero paso al frente y con la mirada buscó apoyo entre sus compañeros - ¿No podemos hacer nada?
- No es asunto nuestro, señorita Van Tassel – sentado en un sillón oscuro, Medrost ni siquiera había levantado la vista, sino que jugueteaba con un pequeño trozo de cuerda entre los dedos
- Pero… nosotros… ellos… - la joven lo miró con expresión de protesta, sin atreverse a hacerse oír
- Es lamentable, pero tiene razón, Filia, son las normas, nuestras normas – otro de los presentes se acercó a ella y le puso una mano en el hombro, gesto al que ella respondió con un leve asentimiento
- Lo sé, Caronte…
- En cualquier caso, creo que no es el tema de discusión, caballeros, señoritas… - uno de los hombres dio un paso al frente dirigiéndose a los demás con un tono calmado
- Creo – una última voz femenina se incorporó a la conversación – que como dice el señor Shelderh Krum, el tema a discutir es mi antecesora, la señorita Juliana Vontière
- Precisamente, gracias Sybila – le respondió con un leve asentimiento
- ¿Qué hay que discutir? Rompió las reglas, ¿no? – Olfen se deshizo de la capa y con un gesto rápido la lanzó y ésta quedó colgando en el aire
- Y no solo eso – añadió Zaara – sino que además atacó a uno de los nuestros
- Permitidme recordaros, señorita Zaara Craden, que vosotros fuisteis los mismos que al señor Caronte y a mí nos exiliasteis porque la señorita Vontière, mi hermana, lo propuso – y añadió con una sonrisa – Así que disculpadme si ese tono vuestro de ofensa me lo tomo más como una burla que como indignación
- Záchary… - Caronte negó con la cabeza – Está bien, es agua pasada, el tema que nos atañe ahora es decidir cómo la tendremos en consideración a partir de ahora
- Quizá podríamos localizarla y hablar con ella, puede que tenga una explicación, o un buen motivo – Filia se retorcía los dedos, ligeramente nerviosa
- Me temo que para la señorita Vontière su propio interés es un buen motivo – Medrost exhaló un suspiro y se levantó despacio del sillón apoyándose en los brazos del mismo
- Me pregunto qué sugerís, señor – inquirió fijando sus ojos claros en los del viejo mago
- Sybila Gálvanarh… si de mi dependiera, la señorita Vontière sería pasto de las pesadillas desde este mismo momento
- Sabe demasiado sobre nosotros – añadió Olfen – Por mucho que me moleste, coincido con él
- No sería la primera de nosotros en abandonar el Espejo y conservar su vida – gruñó Zaara
- Hay una diferencia, señorita Craden, de aquel que nos dejó podemos fiarnos, en esta ocasión no podemos afirmar lo mismo – objetó Shelderh con serenidad
- Totalmente de acuerdo. No es el mismo caso ni mucho menos, no solo cambian las circunstancias, también de quien se trata – Caronte, que mantenía la mano en el hombro de Filia, le dio un leve apretón. Comprendía hacia dónde se encaminaba la situación y conocía a esa jovencita lo suficiente como para saber que estaba algo más que incómoda
- Habláis de… acabar… con su vida… ¿no? – dudó ella
- Es un castigo más que justo, merecería un trato mucho menos piadoso – sentenció Záchary escrutando con la mirada a los demás
- Estoy segura de que os encantaría aplicar la sentencia vos mismo. Con gusto dejaríais caer la guadaña sobre su cuello… ¿o quizá hacerla probar de su propia y… ardiente medicina? – Zaara sonrió maliciosamente
- Creo que no necesito recordaros nuestro primer encuentro, señorita Craden – le respondió él con voz tranquila y rabia tras los párpados – o en cualquier caso, creo que no os complacería revivirlo
- Eso sería divertido… - murmuró Olfen para sus adentros, por suerte sin llegar a ser oído por los demás
- Suficiente – les interrumpió Medrost y comenzó a enredar la cuerda con la que jugaba en sus dos dedos índices – En mi opinión la pena está clara – concluyó tensando el cordón con tanta fuerza que una gota de sangre resbaló por ella y se precipitó contra el enorme espejo que cubría el suelo

Se hizo el silencio y todos los reunidos fueron asintiendo con la cabeza… todos excepto una jovencita rubia de apariencia apesadumbrada que solo afirmó:

- Todos podemos cambiar…
- No, Filia… todos no – Shelderh pasó a su lado y le acarició ligera y discretamente el dorso de la mano
- Sea pues – Olfen se frotó las manos – ¡De ahora en adelante la señorita Juliana Vontière queda declarada persona non grata!
- Entonces… - concluyó Zaara – Que de comienzo la caza

3 comentarios:

  1. ¿Una sentencia algo tardia, quizas?
    - Elisabeth Lawrence

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  2. Todas las acciones tienen consecuencias. Y éstas llegan, tarde o temprano.
    - Bryan Keeney

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  3. ¡Ethan! ¡Ahí está tu padre! Aunque parece que tiene intereses más importantes que hacer- Eddy

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