Abro los ojos, creo que por primera vez en mucho tiempo. La luz es cegadora, me atraviesa las córneas sin compasión. Me cubro el rostro con las manos y me incorporo. Tengo la sensación de estar hecho de aire, de ser inmaterial... de nuevo.
- ¿Estás despierto? – esa voz es como una brisa, jamás he visto a su dueño y no cuento con ello.
- De nuevo, después de tanto... – estiro los dedos, recupero la movilidad en ellos
- Espero que estés recuperado de la última vez y...
- Lo estoy – le interrumpo - ¿De quién se trata? – hace demasiado de aquello, pero no he olvidado el protocolo, así que termino de levantarme y me dirijo al enorme espejo. Siempre me ha recordado al del cuento de Blancanieves, solo que este no te tira los tejos ni tontea contigo. El cristal es negro y no refleja la luz. Apoyo la palma de la mano sobre él y siento frío. Mal empezamos, primera toma de contacto y... ¿frío? ¿Quién serás? – Muéstrame su rostro
Espero impaciente y la oscuridad comienza a desvanecerse. Una melena oscura se derrama sobre la pequeña carita de una niña que llora. Parece frágil, y desprotegida, como una flor en medio de una tormenta.
- No pierdas tiempo – la voz saca de mis pensamientos
- No lo haré – hundo la mano en el espejo y comienzo a fundirme con él. De repente paro en seco – No... no recuerdo mi nombre... Hace tanto que nadie me llama por él... – suplico con los ojos una respuesta que se desliza silenciosa en mi interior mientras paso al otro lado del cristal: “Phoenix”.
El nombre no hace al hombre
ResponderEliminarSin familia ¿Eh Phoenix?
ResponderEliminarTendrás que explicarme muchas cosas, aunque no sabré como acercarme a tu verdad.
Un hombre lleno de misterio...
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