
Por cortesía del señor Ardeth Forte y con los aportes de la princesa Drusila, Bufona se complace en presentar el nuevo sello de la Casa Real de Ushâr.
Un lugar donde los sueños se hacen realidad, donde la magia tiene sentido y los imposibles son aventuras por llegar.
Entramos en la Mansión de los Doyle, después de pasar por el guardarropa. Aquello si que era una fiesta de alta sociedad, daba hasta rabia. Un salón interior con aquella extravagante belleza cargada y recargada, con un estilo colonial, de todo tipo de maderas bellísimas, pero con la solidez que le daba el mármol. El suelo, agobiado por una reconfortante alfombra (en la que se pedía a gritos andar descalzos) se extendía en el centro del salón, donde estarían las personas más distinguidas de la fiesta (es decir, los prometidos y cercanos, como yo). En las largas mesas con aperitivos vi a la señorita Wallace, colocando sus famosos panecillos. La pobre debía estar terriblemente cansada, habría tenido que hacer una nueva horneada de panecillos, después de que arrasara yo con ellos como el señor Looper...
"¡Espera! ¡¿Pero que está ocurriendo aquí?! Si la señorita Wallace me ve...¡adios a la estafa! ¿Y qué hay del actor Arthur? Para él sigo siendo un Mark Anderson, el representante de artistas. ¡Anderson, Doyle y Looper están en la misma fiesta! ¿Cuál es mi dramatis personae?¡No puedo ser tres personas a la vez! ¿O sí?"
-Disculpadme.- me excusé con mis acompañantes para alejarme de ellos e ir al centro de la fiesta. Arthur y Stuart se fueron a las mesas de los canapés, donde se encontraba Emily Wallace, ignorando todos los corros que se habían formado para charlar entre los invitados de la fiesta. En el centro estaba mi "hermano", que se acercó a mi con alegría.
-¡Hermano!- gritó él con alegría abriendo los brazos.
"Este tipo debe ser o muy estúpido o muy ingenuo. Debe hacer tanto tiempo que no ve a su hermano real para explicar que no puede distinguirlo de otra persona. A lo mejor tiene problemas de visión o a lo mejor...me parezco mucho a él. Quizás es todo a la vez. Porque si no no me explico que me haya infiltrado en esta familia tan bien
-Te acordarás de tu sobrina, ¿no, hermano?- me condujo al sofá central, donde se levantaba una joven bellísima.- Aunque hace tantos años que no estás por Inglaterra que ya ni la reconocerás.
-Ni yo a él.- añadió ella con la cabeza ligeramente ladeada frunciendo el ceño, pero con una sonrisa encantadora. -Hola tío.
Su nombre, como dije anteriormente, era Jean Doyle. Su pelo oscuro era ligeramente ondulado y largo; y lo tenía recogido y colocado por encima de uno de sus hombros. Durante mi corta vida me había colado en multitud de fiestas (podría decirse que sin permiso, pero ya me las apañaba con otras identidades) y podía decir con toda seguridad que iba vestida como una perfecta joven victoriana: camisa blanca, con tirantes florales a los lados de los hombros, siguiendo las líneas de las clavículas; un corsé, burdeos, colocado por encima, de cuerdas negras realzaba su figura (espléndida, por cierto) y una larga falda de capas la terminaba de perfilar, con la característica forma que le daba el "bustle" o polisón al vestido por detrás.
-Es extraño que no me acuerde de tí, tío -dijo iniciando una conversación, podría decirse que interesada.- Debe hacer mucho que no me ves, puede ser que desde que era una niña.
-Bueno, es lo que tienen los negocios fuera del país, todo el día arriba y abajo. Ya sabes, el mundo nunca se me hará pequeño- continué rezando para que no preguntaran por mis viajes por Europa o más allá. Si eso ocurría, debería improvisar y pedir a Dios que nadie de los que estuvieran en la fiesta hubieran salido de Inglaterra.
-Ah, que emocionante, seguro que conoces muchos lugares hermosos, eso me recuerda...- giró la cabeza y agarró del brazo a un joven muy bien trajeado que estaba cerca, interrumpiendo su conversación con mi hermano. Él miraba a todos lados como preguntándose quién requería su atención. Ella lo tomó del brazo y lo encaró hacia a mi con una sonrisa espléndida- Tío, este es mi prometido, Etham Williams.
-Encantado.- dijo él estrechándome la mano mientras me examinaba visualmente. Claramente él sabía que algo no encajaba, no podía ser tan estúpido como James Doyle.-¿Decís que sois su tío? Nunca os he visto, ni siquiera por Londres. ¿En qué trabajáis, si no es mucha indiscrección la pregunta?
-Oh, pues soy banquero. Es algo muy común entre nosotros, los Doyle.- Jean asintió con la cabeza con una sonrisa, que esta vez se me antojó algo forzada. Yo sin embargo, reprimí una mueca de horror al ver que detrás de la pareja se había acercado Arthur y lo había escuchado todo. Su boca estaba abierta a más no poder por la sorpresa y la traición, diría que casi se le escapa la mandíbula de la cara. ¿Cómo iba a explicarle que me había declarado a mí mismo banquero y miembro de la familia Doyle y además que también me dedicaba a representar actores con el nombre de Mark Anderson? Arthur me dedicó una cara de odio al descubrir la patraña y siguió clavándome la mirada durante toda la conversación, poniendome nervioso. Ignoré sus gestos e intenté concentrarme en la conversación que estaba teniendo con la pareja comprometida. Ethan parecía extrañado ante mi sorprendente aparición en su vidas sin nunca habernos visto en la vida.
-Pero si nunca os he visto por aquí y créame, pensaba que conocía a la mayoría de los banqueros y empresarios de Londres.
-Oh, bueno. Es que me llevo el trabajo al extanjero. Ya sabe, en las colonias de la India y en...-pensé en otro lugar pero no podía concentrarme con el careto indescriptible de Arthur detrás, me estaba desquiciando.-...muchos lugares.
Ethan miró a su prometida con una interrogación en su expresión, pero ella le ignoró y siguió sonriendo. Jean le dió un apretón en el brazo a su prometido.
- Y ya que conoces el extranjero, tío ¿dónde nos aconsejarías ir a nuestra Luna de Miel? Algún lugar bonito.- preguntó apoyando su cabeza en el hombro de Ethan.
-Oh pues...
"Piensa piensa piensa, tiene que haber algo más que las colonias de las Indias...¡claro, el museo británico!"
-Aqui tiene.-alargó un sobre.
-Gracias pequeñó, puedes marcharte.-le despedí con un gesto de desdén, aunque en realidad el muchacho me recordó mucho a mi.
La carta se resumía en una invitación de mi "hermano", un banquero riquísimo (o al menos eso aparentaba) llamado James Doyle. El tipo no era un lumbreras precisamente, pues con el tiempo llegué a sumplantar la identidad de un hermano suyo al que no veía desde hace mucho tiempo, debido a sus innumerables viajes de negocios. Tras un encadenamiento de memorables malentendidos y coincidencias, conseguí que me "recordara" como su hermano desparecido en negocios. La invitación era...¿un compromiso? ¡Vaya, era mejor de lo que esperaba! No hay nada mejor que tener "afortunadas ventajas" (como ponía en una parte de la invitación) para hacer "negocios". Lo típico de un farsante (oh, sé que no lo dije, pero seguro que usted, avispado lector, os imaginaríais que era un farsante, aunque me gusta más denominarlo como actor frustrado), hacer que ancianitas sin herederos te deje una herencia, enlaces matrimoniales, malentendidos...mucho ajetreo, ¿verdad? Bueno, por lo visto se casaba la hija de mi hermanito, una belleza llamada Jean Doyle (lástima que sea mi "sobrina") con un tipo de alta alcurnia llamado Etham Williams. Bien, la cosa promete.
Un sobre se mecía sobre mis narices. Un muchacho me abanicaba con un sobre intentando sacarme de mis ensoñaciones. Era evidente que me lo quería entregar. Tenía mejor aspecto que el recadero anterior, era más mayor, y parecía que habia intentado arreglarse.
-¿Qué queréis?
-¿Señor Anderson?
-Soy yo. -alcé mi sombrero con la mano del bastón y me pasé la otra mano por el pelo, aquel muchacho había invocado al manager artísitico Mark Anderson.
-Para usted.-alargó una mano mostrando el mismo sobre de antes.
"Otra carta" pensé tomando el sobre.
-Veamos, ¿cuál es tu nombre?.-suspiré mientras abría el sobre.
-Stuart, señor.
La carta empezaba más o menos así:"Queridísimo señor manager, ha llegado a mis oidos que representa compañías de teatro y célebres actores..."
Cuando acabaron los cumplidos dejé de prestar atención. Supongo que el desgraciado que había caído en mi red, el cuál se llamaba Arthur, quería mis servicios.
-Huele a pan. - dijo el mensajero, evidentemente, se le hacía la boca agua y miraba mi maletín casi con odio.
-Y tú hueles como un pordiosero.- su mirada de odio creció tanto, que decidí regalarle uno de los buenísimos panes de la señorita Wallace, no era plan de hacer más enemigos- En cuanto a lo de tu amo, no sé, necesitaré mucho papeleo y tendré que ver si me vale. Ya sabes, la burocracia y...
-10 libras.
-No habrá problema. Pero aún así tengo que verle.
-¿Esta noche?
-Esta noche estoy ocupado.
-¿Por qué?
-Porque estoy invitado a la fiesta de los Doyle muchacho, gente con clase.-añadí ignorando la impertinente pregunta para tirarme flores.
-No habrá problema, estamos invitados.
"¿En serio? ¿Qué relación tendrá el amo de este muchacho con los Doyle?"
-En ese caso, nos encontraremos en un par de horas en la torre del reloj. Mmm...necesitaré un criado.-el muchacho me echó una mirada aveeriguando mis intenciones. Me acerqué a él y le saqué las diez libras (las que él me dió, por supuesto) detrás de la oreja y luego se la lancé.
-Lo siento señor, no me esta permitido aceptar su dinero, pero lo haré.-dijo a la par que apresaba el billete enrollado en el aire y lo arrojaba por detrás de su hombro. Él era bueno, pero yo sabía de predistigitación como había demostrado. Percibí que su otra mano, colocada en la espalda, había recuperado el dinero diestramente y sin mirar antes de que cayera al suelo.
-Es una pena.- dije mientras me daba la vuelta y me despedía con la mano.
Para estar presentable debía arreglarme. Y hacía días que no me daba un baño. No había tiempo para engañar a nadie para que me dejara asearme en su casa con otra identidad. Una tienda de perfumes cuyas muestras eran gratis debía ser suficiente. Había muchas señoras, así que aproveché y me eché casi media colonia de hombre. Me percaté de que mi boca olía a rayos, así...que me eché en la boca.
Os podéis imaginar el resto.
Después del incidente, fuí a la torre del reloj con la boca abrasada de perfume. Allí me encontré con el tal Arthur, o me imaginé que era él. Un tipo con una apariencia extraña, casi artificial, más joven de lo que creía.
"Más te vale tener dinero"
-¿Señor Arhur?-dije alargando la palma de la mano.- Soy el manager Mark Anderson. Usted me escribió, ¿no es cierto?
-Así es.- dijo un poco forzado respondiendo al saludo.
"Una peculiar voz, eso es bueno, veamos que tal tus perfiles, Arthur"
Empecé a dar vueltas como un buitre sobre el tal Arthur, él se quedó paralizado, pero no dijo nada. Me acerqué y con unos dedos le alcé el mentón, como si tasara un trozo de carne en un mercado. Le tomé de las mejillas y le giré la cara. Abrió los ojos como platos casi horrorizado ahogando un grito.
-Tranquilo hombre, no te voy a hacer nada...¿qué demonios?
Mis manos estaban pringosas de algo que reconocía en las mujeres...¿maquillaje?
Un coche de caballos paró frente a la torre del reloj y de él bajó mi nuevo criado, el anteriormente mencionado Stuart. Bueno, y el de Arthur, pero esa noche me pertenecía a mi.
-¿Por qué demonios un hombre como usted se maquilla?-dije limpiándome en mi manga, y después la manga en el pantalón, y después del pantalón de nuevo a mi mano, y de mi mano a Arthur, que seguía con los ojos abiertos como platos anodadado e intentando explicarse.
Stuart se unió a nosotros, miró a Arthur, su amo. Él lo miró, miraron al suelo, y se volvieron a mirar nerviosos.
-Verás...-comenzó a explicar Stuart-Mi amo, es tan guapo, que necesita ocultar su extrema belleza tras capas de maquillaje, para no llamar la atención y que no le reconozcan.
"¿Desde cuando es una desventaja ser guapo en el mundo del espectáculo?"
-Pero tengo que verle sin maquillaje, ¿no cree? Tengo que ver sus puntos fuertes y débiles en su apariencia. De todas formas, si es un cardo escocés, mmm...¿puedes simular que eres hindú? ¿o egipcio? A la burguesía le encanta lo exótico...
-¿Ves?-dijo Stuart alegre dándole un codazo a su colega (porque su actitud no era propia de un criado, al menos con el señorito Arthur)-Te lo dije, ¡Él sabe!
-Venga, quitáos el maquillaje, señor Arthur.
Se volvieron a mirar.
-Eh...después de la fiesta, es que si no, no me dejarán tranquilo.-dijo Arthur.
-¡De acuerdo!¡Después de la fiesta!-le señalé con el dedo indicando que tenía su palabra. Me dirigí hacia el asfalto entrando en el coche de caballos-¿Habéis venido en esto? Los he montado mejores.
"Ni en sueños, Eddy"
Escuché una maldición ahogada sobre mi falso nombre por parte de Stuart, lo que me recordó a la panadera Emily Wallace.
-Y bien...necesito una prueba de que sois un gran actor.- le dije mientras avanzaba el vehículo por la calle rumbo a la casa de los Doyle.
-De acuerdo.-respondió enérgicamente el actor.
Silencio.
-Eh...bueno, decidme que queréis que haga, ¿no?
-Ah...esperaba que lo hicieseis por vuestra cuenta, pero si insistís.
-Diga lo que quiera, soy un gran actor.
-Bien...lo que sea ¿eh? Bésale.-señalé a Stuart, Arthur pareció contrariado.- Eres un actor, haces lo que sea según lo que diga tu papel. Pues bien, besáos.
-¡Vale!- dijo Stuart sin darle una oportunidad de responder a Arthur.
Me quedé anonadado, atónito...
"¿Besar a un hombre? Así... ¿Tan fácil? O son muy buenos actores o... Bueno, si es un hombre que se maquilla...a lo mejor son...Bah, lo averiguaré después de la fiesta"
Nuestro carruaje se perdió rumbo a la fiesta de los Doyle, por las nieblas de la noche de Londres.