sábado, 8 de diciembre de 2012

Descolgarse


La enorme casa se encontraba en silencio y casi oscuras. Solo un par de velas en el salón, dando luz quizás a la lectura de su padre, daban mudo testimonio de que alguien permanecía despierto a tales horas intempestivas. El joven dejó sus habituales ropas en el armario, cambiándolas por otras menos lujosas pero que, a decir verdad, no le sentaban nada mal, o eso opinaba más de una dama de baja ralea… aunque ya se sabe que el dinero puede comprar la mentira. Un buen amasijo de ropa bajo las sábanas, la luz extinta y el dormitorio en silencio, desde luego daba la sensación de que estaría durmiendo, otra vez. Se acercó a la ventana y la abrió, dejando que el viento frío casi le congelara las fosas nasales y un escalofrío recorriera su espalda. 

- Una noche estupenda para entrar en calor… - sonrió para sí, como un crío a punto de hacer una travesura 

Metió las manos en una pequeña cavidad que había hecho y tapado a conciencia en el suelo de madera y sacó la cuerda que en tantas ocasiones se había confabulado con él. La ató a una de las patas de la cama y la dejó deslizar con cuidado por la ventana hasta el césped del jardín, cayendo en aquel seto de flores medio machacadas sobre cuyo estado siempre preguntaba el pobre jardinero. Ya tenía una pierna fuera del pequeño balcón y el cuerpo a medio descolgar cuando la puerta se abrió repentinamente.

- ¿Qué estás…? – la mirada atónita de su padre casi le hizo resbalar de la risa 
- ¡Me estaba cayendo, padre! ¡Menos mal que habéis llegado justo a tiempo! ¿Podríais ayudarme? – respondió el joven con su expresión más severa, la cual, por cierto, dejaba mucho que desear 
- Cualquier día a tu madre va a darle un soponcio, Arthur…

2 comentarios:

  1. Ha pasado tanto desde aquello...¿y desde entonces no has encontrado un poco de tiempo para aprender a mentir, Arthur?

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    1. Las mejores cosas nunca cambian, además, ya llevamos dos intérpretes en el grupo, no?

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