- Una noche estupenda para entrar en calor… - sonrió para sí, como un crío a punto de hacer una travesura
Metió las manos en una pequeña cavidad que había hecho y tapado a conciencia en el suelo de madera y sacó la cuerda que en tantas ocasiones se había confabulado con él. La ató a una de las patas de la cama y la dejó deslizar con cuidado por la ventana hasta el césped del jardín, cayendo en aquel seto de flores medio machacadas sobre cuyo estado siempre preguntaba el pobre jardinero. Ya tenía una pierna fuera del pequeño balcón y el cuerpo a medio descolgar cuando la puerta se abrió repentinamente.
- ¿Qué estás…? – la mirada atónita de su padre casi le hizo resbalar de la risa
- ¡Me estaba cayendo, padre! ¡Menos mal que habéis llegado justo a tiempo! ¿Podríais ayudarme? – respondió el joven con su expresión más severa, la cual, por cierto, dejaba mucho que desear
- Cualquier día a tu madre va a darle un soponcio, Arthur…
Ha pasado tanto desde aquello...¿y desde entonces no has encontrado un poco de tiempo para aprender a mentir, Arthur?
ResponderEliminarLas mejores cosas nunca cambian, además, ya llevamos dos intérpretes en el grupo, no?
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