miércoles, 12 de septiembre de 2012

Volver a nacer


Una bocanada de aire entró a través de sus fosas nasales, como si de algún modo volviera a nacer. Abrió los ojos despacio descubriendo ante él a la oscura noche que plagada de estrellas parecía un manto impenetrable. Lo último que recordaba era a sí mismo hundiéndose, y la visión poco alentadora de varias mujeres parcialmente desnudas nadando hacia él a toda prisa, con una sonrisa cruel en los labios.
Estaba tumbado sobre la arena, fría. El helor se había refugiado en cada rincón de su cuerpo, carcomiendo sus huesos y haciéndole temblar. Descalzo, apenas vestido y con varias algas anudadas casi decorativamente en sus brazos y en la melena, Razvan se sobresaltó cuando al mirar a su lado se percató de una figura que le observaba. Retrocedió ligeramente sin levantarse y sin dejar de mirarla, cerró los ojos con fuerza y volvió a abrirlos, como intentando cerciorarse de que no se trataba de un espejismo, producto posiblemente de haber tragado demasiada agua de mar.
La silueta no era ni más ni menos que la de una mujer. Tenía el cuerpo sumergido en el agua hasta la altura de la cadera y el resto descansaba sobre la orilla, totalmente desnudo aunque cubierto por una larga cabellera levemente mojada.

- ¿Quién… quién sois?
- Nimué – su voz era suave, como el mar en calma, casi parecía que el viento la arrastrase hasta sus oídos
- Razvan – tragó saliva - ¿Sois una…?
- ¿Sirena? – ella sonrió con dulzura y negó con la cabeza, haciendo moverse el collar de pequeños trozos de coral que llevaba prendido al cuello – Nereida
- ¿Nereida? ¿es similar o…? – aun trataba de ubicarse, de centrarse, apenas podía terminar una pregunta sin empezar otra en su cabeza
- Quien no nos conoce nos confunde a menudo. Las sirenas son malvadas, no quedaría nada de vos si yo fuera sirena, y sin embargo – lanzó un breve vistazo a su espalda y del agua emergió una larga cola similar a la de un pez, terminada en un par de aletas grandes y casi translúcidas, de un color azulado que perfectamente se confundía con el mar – somos muy parecidas a simple vista
- Comprendo – sonrió escuetamente, algo más tranquilo - ¿Cómo he llegado…? ¿me habéis traído vos?
- Así es – rió – Las sirenas devoran a los hombres que se extravían en el mar, nosotras los llevamos a casa
- Pues… gracias – esta vez su sonrisa fue franca
- ¿Por qué saltasteis?
- ¿Disculpad?
- Iba siguiendo el barco, el lugar estaba plagado de sirenas y si algún marinero caía al agua estaría perdido, así que seguí vuestra estela… y – dio un par de suaves aletazos – Os vi saltar. No caísteis, he visto a muchos caer por la borda, pero vos saltasteis – parpadeó, curiosa - ¿Por qué?
- En primer lugar… ignoraba que esa zona fuera hogar de sirenas y en segundo lugar… bueno, estaba escapando, así que… - una ráfaga de aire le hizo recordar que su cuerpo estaba entumecido hasta los huesos y se abrazó a sí mismo
- ¿Escapando? ¿por qué? ¿de qué? ¿no eran amigos vuestros esos hombres?
- No, señorita, eran mis carceleros
- No parecéis malvado – sonrió encogiéndose de hombros
- Supongo que ellos no juzgaron lo mismo – un ruido a su espalda le hizo girarse repentinamente

Juraría que algo se había movido… y sin embargo allí no había nada, solo arena y silencio. Suspiró, y al volver la vista al agua, la joven había desaparecido dejando solamente, en el aire y tras de sí, un leve chapoteo de espuma y sal. Varado en la orilla descansaba un collar de coral. Razvan lo observó durante un momento y una ola lo trajo con suavidad hasta sus pies, dibujando en sus labios una sonrisa. Lo cogió con ambas manos y se lo anudó con cuidado en la muñeca, luego dirigió la mirada al mar y como si ella pudiera escucharle o responderle, preguntó con voz queda:

- ¿Volveré a veros?

1 comentario:

  1. Es una suerte que las Nereidas sean cotillas para seguiros eso os salvó la vida, supongo... Y es cierto las sirenas son seres... bueno dan miedo...

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