sábado, 3 de septiembre de 2011

Divagando a la luz del fuego


Bordaba tranquilamente, con el bastidor asido un poco por encima de su regazo. Su cabeza vagaba, como era habitual en ella, por recovecos escondidos en algún lugar entre sus recuerdos y su imaginación, y la cambiante luz del fuego de la chimenea dibujaba sombras danzantes a su espalda.

La aguja aparecía y desaparecía rítmicamente entre la tela tensa del pañuelo. Por una vez había iniciado aquella labor por propia voluntad y no como un "auto-castigo" por el que debía pasar para contentar a la señora Crowfield. "Vaya idea Emma... -se reprochó a sí misma, cambiando de repente el rumbo de sus pensamientos- tu prometido decora su casa a tu gusto y a tí sólo se te ocurre regalarle un pañuelo... ¿No había nada menos impersonal?"

Como si su misma mano se hubiera revelado en ese momento contra ella, calculó mal la distancia de la aguja y se pinchó el dedo índice con el que sujetaba el bastidor. Un par de diminutas gotas oscuras salpicaron el limpio suelo antes de que ella tuviera tiempo de llevarse el dedo magullado a la boca. El sabor a hierro le provocó una leve mueca de desagrado.

Observó las dos rojizas manchas en el suelo y reprimió una risita. "Las gemelas" -pensó refiriéndose a las dos estrellas gemelas de la nebulosa de Orión. Luego se fijó de nuevo en el bordado que estaba aún a medio terminar. Sin saber muy bien por qué se sacó el dedo de la boca y manchó levemente el hilo rojo con el que estaba bordando la "K".

Contempló de nuevo su obra, y le pareció que al menos ahora sí tenía un toque más personal.

1 comentario:

  1. Me atrevería a decir que habrá tiempo para toques personales. Sin embargo... es un buen inicio ^^

    ··Bufona··

    (extraño, pero buen inicio =P)

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