domingo, 18 de septiembre de 2011

¿Cuentos o...realidad?

"Erase una vez que se era un pequeño y joven protagonista que vivía con su pobre familia a las afueras de..." no.

Arranco el papel hecho una furia. Empiezo a colocar cazos para las goteras de la casita del barrio pobre de Londres. Mi compañera y mi amiga londinense Yvaine Winfry me cobija en su casa entre las nieblas de la metrópolis. Quedaban algo lejos ya los días en Francia, la grande mère patrie. París y su noche bohemia se me había quedado pequeña y agradecía estar lejos, en Londres, en busca de mi inspiración (¿pero dónde diables podía encontrar uno en Londres un fumadero de opio?). Mi editor, al verme salir del país, seguramente pensará que he escapado ante la idea de no poder cumplir el plazo de entrega...

Venga, pienso sacando otro papel en blanco, voy a demostrarle lo equivocado que está.

"Erase una vez una niña que todos los días se acercaba al río para pedir que el puente que le permitía ir a la escuela fuera reconstruido pero un día le pidió un deseo a..." ¡No, no, no!

Llevo mi pluma al tintero y rompo otro papel. Me relajo ante el papel en blanco, esperando a que creara un fantástico mundo de fantasía, fantasmas apenados, inanimados siniestros, princesas de cuentos y héroes de justicia.

Por cierto, mi nombre es Matthieu Terlat, y soy escritor de cuentos infantiles en París.

Avant.

"Erase una vez una anciana muy malvada y muy bruja que lanzó una maldición sobre..." ¡Merde!

¡Mon Dieu!

Inspiración, ¿dónde andas? ¿Qué demonios me pasaba? Mis cuentos gustaban en París porque parecían reales más allá de lo fantástico... la clave de mi éxito modesto era que yo mismo me creía mis propios cuentos y que porque las cosas por muy fantásticas que fueran no dejaban de ser reales. ¿Que por qué me creía mis propios cuentos? Porque en el fondo creo en las criaturas imaginarias. No, nunca vi un hada ni nada de eso...pero sí creo en lo fantástico y en que el ojo no es capaz de verlo todo. Sospecho que hay una inteligencia emocional y fantástica que complementa a la racional, algo que hace al humano realmente humano. Yo creo en mis historias y creo en los cuentos. Creo que todos los cuentos infantiles, Caperucita, Pinocho, Blancanieves...tuvo que tener su parte real, un mensaje entre líneas que nos avisan de que la fantasía o las criaturas sobrenaturales existen.

Sí, me dedico a escribir cuentos para la editorial Calmann-Lévy en París. Antes por amor al arte y al mundo imaginario, y porque intentaba contarle al mundo de forma encubierta todo lo que sé sobre criaturas imaginarias. Ahora sólo escribo para comer.

Y por eso sospecho que he perdido la magia...¿acaso ya no creía en los protagonistas ni en las criaturas que creaba? ¿Es que acaso ya no creía en los cuentos?

Eché la cabeza hacia atrás y miré al techo. Las gotas frías de una nueva gotera me reciben de lleno en la cara.

"L´Angleterre, ce pays de merde" pensé mirando las gotas que me caían en el pelo rubio.

Me aflojé los tirantes y me revolví el cabello espeso, mientras cambiaba mi postura en el escritorio enano de mi amiga Yvaine. El quinqué me miraba expectante con su llama oscilante. El ruido de Yvaine tejiendo e hilando en el sofá me relajaba, sistemático, continuo...como la lluvia, solo que esto te dejaba la muda limpia.

Yvaine, una chica extraña. Blanquita, delgaducha, pelo castaño claro recogido y con una carita graciosa orlada de pequitas que me hacen mucha gracia. Trabajaba para una industria que formaban legiones de féminas para hilar. Y no lo hacía mal... el caso era que no sabía si lo hacía por gusto o porque le salía automáticamente. A lo mejor lo hacía por amor al arte y después acabó esclava de sus gustos para poder comer como yo.

Bueno, ¿cómo acabo de París a vivir con esta chica? Bueno, yo vagabundeaba en busca de inspiración, decidido a ver mundo para encontrar algo fantástico que me devolviera la fe en mis cuentos y cumplir mi plazo de entrega con mi editorial. Y lo encontré. Encontré una pista. Esa pista es Yvaine. Se podría decir que ella tenía...un don. El don de la premonición. Estoy casi seguro que ve el futuro en los hilos que teje. Como cuando vio que un macetero durante una ventisca casi me descalabra. ¿Y qué dijo ella después de que llegara a casa con los restos del macetero sobre mi ropa? Sonrió triunfante y dijo "¡te lo dije!"

A partir de ahora somos amigos y aficionados en lo imaginario. Ella es mi primer contacto con lo paranormal y la verdad es que me da ideas vagas sobre lo que escribir. Y bueno...desde que me encontré con ella me pasó algo extraño. Mientras una noche escribía ( o lo intentaba) un pequeño ser de largas orejas (¿un duende?) pisó mi tintero y empezó a andar por mis papeles. Lo achaqué al opio, pero cuando desperté baboso y encorvado sobre mi escritorio vi que las huellas de los zapatitos de la criatura seguían en el papel. Mi amiga también había visto algo raro. Por alguna extraña razón Yvaine y yo estamos muy sincronizados. Hasta el punto de comunicarnos sin hablar.

El caso es que el vislumbrar un retazo del mundo fantástico hizo que la llamada Sociedad de Cuentacuentos contactara con nosotros y nos dio un simpático ultimatum. U olvidavamos lo que habíamos visto, o intentábamos colaborar con ellos.

Era la oportunidad que esperaba. Por fin había contactado con ese mundo sobre el que tanto he trabajado.

Hoy día para los incrédulos soy un escritor de novelas. Pero para los inocentes, soy un erudito sobre el mundo mágico. Ahora realizo trabajos de documentación del mundo imaginario para la Sociedad de Cuentacuentos, aunque vosotros identificaréis mis trabajos no como recopilación de información, sino como cuentos infantiles.

Matthieu Terlat

1 comentario:

  1. Ah... señor Terlat... bien debería saber que los cuentos son algo más que páginas, que las letras cobran vida cuando creemos en ellas.

    Bienvenido a otra perspectiva.

    ··H.C.A.··

    ResponderEliminar