jueves, 12 de mayo de 2011

Recuerdos XII

Tormenta y lluvia golpeando los cristales. No era una buena combinación y menos para una miedica como yo. El viento soplaba y aullaba espantando todo amago de calma. Era casi como si un ser superior, estuviera enfadado y quisiera pagarla conmigo. La noche era oscura ya de por sí, pero entre la tormenta y mi cabeza metida debajo de las sabanas lo era más aún.

Yo lloraba y temblaba como cada vez que había tormenta. Antes de haberme metido debajo de las mantas pude ver como mis compañeras se iban acostando, quizá también intentando cobijarse de aquello, y fue la luz tétrica de un relámpago lo que hizo que estuviera metida ahí dentro. Al poco rato, sentí una mano apoyarse en mi cabeza sobre las mantas que al principio me asustó e hizo que me encogiera, pero al instante me asomé sabiendo de quien se trataba. Lo primero que vi fue sus ojos y como siempre me tranquilizaban.

-¿Tenéis miedo?- Me preguntó. Y yo al mismo tiempo me pregunté: “¿Por qué me habla de vos?

-Sí…-Me limité a decirle.

-¿No os gustan las tormentas?

-Traen cosas malas.- Al fin y al cabo, a mi me trajo el abandono y una casi muerte. Pero aún no entendía por qué me hablaba así, pensé que tal vez estaba enfadado conmigo.- ¿Por qué me hablas de vos?

-Oh… he pensado que…bueno… Quiero tratar de quitaros el miedo.- Entonces sonrió, y a mí su respuesta y su gesto me tranquilizó.

-Bueno, es una tarea complicada, me aliviaría si me dieras un abrazo.-Le sonreí de forma sesgada, en ese momento era la mejor sonrisa que podía ofrecerle.

-Ah… Esperaba a que me lo pidieras.- Me abrazó con fuerza y me dio un beso en la cabeza. Yo le devolví el abrazo con más fuerza aún.

-Ya sabes que puedes… bueno, más bien debes abrazarme cuando quieras o veas que yo quiero.- Sonreí con un poco más de… ¿sustancia?

-Pero algunas veces me gusta hacerme de rogar… un poquito.- Sonrió de forma pícara.

-Claro, como no.- Me gustaba eso de él, bueno, me gustaba (y me gusta) todo. No dejaba de acordarme de lo que sucedió aquella noche, y quise asegurarme.- No vas a abandonarme, ¿verdad?

-Jamás.- Dijo de forma segura mientras me cogía en brazos como una princesa estando todavía liada entre las sábanas. Me daba un calor especial y seguro.

-Es un verdadero alivio, de verdad…- Empezó a caminar.- ¿A dónde me llevas?

-Fuera.- Esa palabra contundente me hubiera gustado en otra circunstancia, con el día soleado o simplemente nublado. Con lluvia incluso, pero sin tormenta. El pánico me invadió.

-¿¿Qué?? ¡No, ni hablar!- Quería bajarme y volver a mi cómoda camita e incluso enfadarme con Phoenix.

-Shh… Confía en mí.- Frenó en el pasillo.- ¿Te he fallado alguna vez?- “No, lo cierto es que no” Pensé. Y sabía que no debía enfadarme, sabía que él controlaba la situación y nunca me lo haría pasar mal.

-No, pero no quiero ir.- Aún así, lo miré con miedo.

- Cierra los ojos, Chrystalle.- Seguía parado. Yo le hice caso y los cerré, quizá demasiado fuerte, pero bueno, lo hice.

- Erase una vez una niña.- Comenzó a caminar.- Una niña muy pequeña que vivía en una ciudad muy, muy oscura...

- ¿Cómo se llamaba?

- Se llamaba Luna.

- Que bonito.

- No tanto como ella... pero déjame que te siga contando.

-Pues no te calles, que me asusto más- Sonreí mientras seguía apretando los ojos.

- Pasaba los días escondida tras las nubes... pero al caer la noche tenía que salir a iluminar el cielo... pero todo estaba tan oscuro... tan silencioso... que la niña tenía mucho, mucho miedo, y a veces, reunía el valor suficiente para asomar la cabeza entera, pero otras solo dejaba ver una curva sonrisa que bastaba para dar algo de luz

- ¡Ah! Por eso solo vemos esa parte de la Luna... que valiente es.

- Exacto. ¿Sabes qué hizo para no sentirse tan sola?- Al decir eso, escuché truenos y sentí el frío del exterior. Estaba demasiado cerca y me encogí de miedo soltando un leve grito y comenzando al mismo tiempo a llorar. Pero quise saber más.

-¿Qué?

- ¡Gritar! Gritó tanto que lanzó destellos de luz que rompían la oscuridad, gritó tanto que su voz se escuchó abajo en la tierra y descubrió que algunas veces... tener miedo no es tan malo. Apuesto a que no sabías que de ahí surgieron los truenos y relámpagos. Por eso la lluvia coincide con las tormentas, porque llora, a veces de alegría, y a veces porque se asusta de sí misma... hasta que se da cuenta de que es su peor enemigo, de que se pueden sacar cosas buenas del silencio y la oscuridad.

- Pero yo no puedo, yo no soy tan valiente como ella.

- Por supuesto que lo eres.-Me soltó en el suelo dejándome sentada. La hierba estaba bajo mi cuerpo y aunque hacía mucho frío, él me abrazaba con tanta fuerza que parecía que quería fundirme con su pecho. Y quise abrir los ojos.


Estaba en mitad de una loma enorme, todo era hierba, pero no parecía en absoluto Londres. El cielo negro se iluminó de repente con un destello amarillo. Y aunque el miedo empezó a apoderarse de mí, era mayor mi curiosidad.

-¿Dónde estamos?

- En Escocia... pensé que te gustaría dar un paseo. También llueve aquí, y el cielo grita de la misma forma. Te propongo un juego.- Sonrió.

- ¿¿Pero cómo hemos llegado??

- Algún día te lo explicaré, mientras... ¿jugamos?- En ese momento un trueno retumbó y me hizo gritar.

-Sí.- Pude decir.

- ¡Eso es! ¡Gritar! ¡Cada vez que veas un relámpago, quiero que cuentes hasta seis y grites bien alto! ¡Como nuestra querida Luna!

-¿No era más fácil llevarme a un lugar soleado y jugar al escondite?- Le dije de forma irónica, pero bromeando.- Vale, pero no quiero gritar sola.

- Gritaré contigo entonces.- Se levantó y me tendió la mano. Tenía el pelo chorreando pero no dejó ni un momento de sonreír.

- Vamos a enfermar- Le sonreí intentando reírme de mi propio miedo a eso mismo. -Pero bueno, que mas da...- Aunque me importaba mucho. Esperé a que apareciera un relámpago. Y pronto uno iluminó el cielo. Estaba tan asustada que enmudecí.

- Uno.-Comenzó él.

-Dos…- Seguí.

- Tres.

-Cuatro.

-Cinco.

-Seis…

-¡Ahora!- Y fue instintivo. Ambos soltamos un grito colosal (aunque he de admitir que lo mío soné más bien como un ¡ay! que como el ¡ah! que él soltaba) Pero no escuché el trueno. La lluvia me golpeaba en la cara y hacía que me sintiera mejor. Phoenix empezó a reírse.

-¡Vamos, mandemos a callar al cielo, pequeña!-Me cogió de la mano. Parecía que era él quién tenía que superar su miedo, pero nunca sabré si se trataba o no de ello.

-¡Sí!- Le agarré con fuerza. Y al instante vimos otro relámpago.

-¡Uno!- Empezó él de nuevo.

- ¡Dos!

- ¡Tres!

-¡Cuatro!

-¡Cinco!

-¡Seis!

- ¡Ahora!

Gritamos a la vez que sonó el trueno, durante un momento me dio la sensación de eso exactamente, de estar mandando a callar al cielo. Me di cuenta de que, como si nos hubiera hecho caso, el trueno duró menos que nuestro grito y la lluvia apretó… como si hubierais asustado a alguien allá arriba.

- A lo mejor asustamos a la Luna.- Me daba pena pensar que la había asustado.

-Ahora igual, pero corriendo cuesta abajo, ¿te parece?- La idea era genial, y a pesar de estar empapados ambos, no me importaba en absoluto.

-¡Bueno, ya estamos empapados, creo que no importa nada más, venga!- Me sorprendí a mi misma al verme tan animada con ese juego, Phoenix me estaba ayudando a superar mi miedo.

- ¡Vamos!- Empezó a correr cuesta abajo cogido de mi mano. Y yo corrí a su lado sin soltarme de ella. Pronto vimos un nuevo relámpago.

- ¡UNO!

-¡DOS!

- ¡TRES!

-¡CUATRO!

- ¡CINCO!

-¡SEIS!

De nuevo gritamos más fuerte que la primera vez e incluso que la segunda. Seguimos corriendo unos cuantos metros más y paramos. Estábamos chorreando y él se estaba riendo a carcajadas. Me encantaba verlo así, y por inercia yo también comencé a reírme a carcajadas, a reírme de la lluvia, de la tormenta, de mis miedos, de mi misma por tener miedo y simplemente me dejé llevar.

-¿¡Lo ves, preciosa!? – Casi tenía que gritarme para poder escucharlo, al igual que yo.

-¡Sí! ¡Tenías razón! Se me ha pasado el miedo, aunque como entenderás aun queda, ¡pero es muy poco!- Volví a reírme de nuevo, cada vez sentía menos miedo.

-Siempre queda el miedo... si no lo tuviéramos seríamos unos inconscientes... pero recuerda siempre esto... cuando tengas miedo, cuenta hasta seis y grita, luego la tormenta se quedará sorda.- Era una buena idea, seguro que así jamás sentiría miedo de nuevo. Me levantó la cara desde el mentón.

-¿Y tú? ¿A qué tienes miedo?- Él sabía tanto de mí y yo tan poco de él, que quería saber sus miedo para ayudarle también a superarlos.

-¿Te parece si te lo cuento a la vuelta?

-Estaría bien, deberíamos cambiarnos.

-Cierra los ojos.- Me abrazó.

-¡No, que si no me lo pierdo!- Quería saber el misterio de cómo me había llevado hasta ahí.

-Bien, pues te marearás.

El mundo empezó a derretirse a mí alrededor y todo comenzó a dar vueltas, cada vez más rápido. Daba la sensación de que éramos parte de un cuadro confuso de colores oscuros... y de repente, estábamos bajo la ventana desde donde solía mirar la Luna, que esa noche estaba tapada por las nubes. Todo daba vueltas a mí alrededor y, obviando el miedo que me había dado ver aquello, conté mentalmente hasta seis para pensar en otra cosa y no saber cómo había hecho eso Phoenix.

-Dame un momento.

-Jajaja, te lo dije.- Se burló él. Imité su pequeña burla y me levanté. Cogió un camisón seco de la cama y me lo lanzó. Se dio la vuelta, siempre lo hacía cada vez que me tenía que vestir. Suponía que era lo normal.

-Mejor voy al baño a secarme.

- Bien... te veo por la mañana entonces, yo también necesitaría cambiarme.

-Entonces... ¿no te quedas a dormir?- Ya no tenía tanto miedo, pero no quería pasar la noche sola.

-Depende, ¿quieres que me quede?

-Si, además tienes que contarme tus miedos.- Caí en la cuenta de que tal vez quería escabullirse de ello.

-Vaya, no voy a poder librarme.

-Tengo buena memoria.- Le sonreí con picardía antes de irme a cambiarme. Al volver, Phoenix estaba sentado a la altura de la almohada con el pelo algo húmedo y con ropa seca. Llevaba una camisa muy extraña que no parecía de nuestra época, nunca antes se la había visto.

-Que camisa más extraña.- Pensé que había sido maleducada e intenté arreglarlo.- ¡Te sienta bien!

-Gracias.- Le había ofendido, seguro.

-Vaya... bueno, ¿quieres contarme?

-Es simple... a mí me da miedo desaparecer.

-¿A quién no le da miedo eso?- Recordé el sueño que tuve cuando cumplí los doce años y que él mismo me provocó. En ese entonces, a mis trece años y poco me seguía angustiando.- En el caso de que creas que no puedo verte, entonces grita tras contar seis y seguro que te hago caso.- Le sonreí intentando animarle y ayudarle como él me ayudó a mí.

-Lo tendré en cuenta.- Sonrío. Era algo.- Ahora, ¡a dormir!

-Seguro que me he puesto mala.- Tosí de broma.

-Pero has vencido a la tormenta, pocos lo hacen.- Se echó a mi lado y cerró los ojos.

-Bueno, moriré feliz.- Cerré los ojos. Quería animarle, algo le pasaba, o eso parecía.

-Que exagerada eres.- Susurró.

-Lo sé- Reí.-Gracias por ayudarme a superarlo, Phoenix.

-Yo no he hecho nada... tú has asustado a los pobres truenos, que eres muy bruta.- Se rió por lo bajini.

-Todos me temen.- Solté una risa épica bajita.- Espero que me lleves a Escocia estando soleada.

-Algún día te llevaré a un lugar que es mejor que Escocia.

-Mientras estés conmigo, me da igual a donde ir.- Sonreí pensando en lo que haría cuando saliera del orfanato y recorriera el mundo con él.- Buenas noches Phoenix.

-Dulces sueños, Luna...

2 comentarios:

  1. Bueno es saber hacerle frente a los miedos, si un buen amigo te indica como hacerlo
    Nunca lo olvides ^^

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  2. Cuenta hasta seis y grita... que yo gritaré contigo, mi pequeña Luna...

    ··Phnx··

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