miércoles, 25 de mayo de 2011

Confesiones

Estaba realmente molesta con la intención esquiva que claramente Phoenix había dado a entender. Ya hacía un tiempo de aquella noche en la cual compartimos algunas preguntas y respuestas y que finalmente concluyó con un beso. Parecía no querer tratar el tema, como un niño pequeño que se escabulle cuando ha hecho algo que cree quizá que ha estado mal. Al menos eso es lo que parecía. Guardé el pétalo en cuestión y practiqué mi capacidad de tratar con el viento con las ramas de un árbol. Para evadirme de todo, supongo. Alguien se acercó por detrás con suavidad, podría decir que sentí el aroma de Phoenix, siempre me agradaba.

-¿No estabas dormido?- Le pregunté.

-Bueno… ¿Estás practicando?

-Sí, mira.-Hice un gesto más fuerte con las manos para que las ramas se movieran con más énfasis. Pero apenas se inmutaron.

-Oh sí, con esa fuerza poco podrás hacer.-Rió.

-¿Ah sí?- Me había picado, estaba segura de que podría hacer más cosas. Me quité uno de mis brazaletes y con esa mano hice un gesto grave. El árbol cedió al lado contrario con una gran fuerza.

-Sí, se nota lo bien que controlas tu poder.

-Lo he hecho a propósito.-“Pobre árbol” pensé.

-Entonces… ¿no hace una noche preciosa?-Me preguntó cambiando de tema.

-Phoenix, ¿vas a hablarme de lo bonito que es el tiempo? De eso se habla cuando no hay nada que decir.

-No, yo solo… Chrystalle… ¿qué querías decirme?- “Ah, pues ahora no te lo digo.”

-Ya he dicho lo que tenía que decir.

-Pero…- Me dio la vuelta para acabar frente a él, muy cerca. Le agarré con suavidad de la cintura.- Creo que no habías terminado.

-Sí, he terminado.

Se hizo un silencio largo.

-Y bueno, ¿cómo era la ninfa?

-Pues… no me la esperaba así, ha resultado ser una ancianita bastante amable que no sabía si quiera que era una ninfa. He tenido que hacer que recupere algo de inocencia para conseguir su sangre.

-¿No sabía que era una ninfa? Qué curioso.

-No, pensé que había subido para nada, y eso que casi muero.

-¿Cómo que casi mueres?- Bueno, supongo que desde fuera no se veía lo mal que lo estaba pasando. En fin, también quería parecer algo dramática.- Deberías dejar de arriesgar así tu vida.

-Tenía que hacerlo, podrían hacerte daño.

-¡Pero si no me ven! Además… ¿por qué te importa tanto?- Había visto a dónde se acercaba esa pregunta y con una sonrisa le conteste.

-Porque me importas.

-… ¡Ah! ¿Es qué no voy a poder sacártelo?- Parecía bastante nervioso, y yo también lo estaba.

-¿Qué quieres que te diga? ¿Tengo que dar yo todos los pasos?- Lancé una mirada pícara, hasta entonces a pesar de todo siempre había sido yo la que le mandaba las señales (y una de la más clara fue el beso, más claro agua).

-Diablos Chrystalle… te quiero.

Me quedé sin aliento. Había dicho esas dos palabras que llevaba tiempo queriendo escuchar o mencionar de mí misma y que no tuve el valor. Ahora debía contestarle, ¿no?

-Yotambiéntequiero.- Ya lo había dicho, ¡y que no me pidiera que lo repitiera!

-¿Qué has dicho?- Lo sabía.

-No voy a repetírtelo.

-Pero espera… ¿en qué sentido me quieres? ¡No debemos dar lugar a malentendidos!

-¡Ah! Sabes a qué me refiero. ¿Y tú a mí?

-Pues… siempre has sido mi niña, pero ahora… es diferente.- Concluyó.

Nos quedamos mirándonos sin saber qué hacer, incluso me lo preguntó: “¿Y ahora qué?”. No podía soportar más tiempo, teníamos que sellar esas palabras con algo, no podía volver a quedarse todo colgando sin respuestas claras. Sin pensarlo, de nuevo emití la vergüenza y besé sus labios. Fugaz y suave, ambos con los nervios a flor de labio, y nunca mejor dicho. Un calor inundó mi pecho, como aquel que sentía cada vez que la flor indicaba un “te quiero”.

1 comentario:

  1. Pues sí que parece difícil decirlo, aunque sin duda no hay nada de lo que arrepentirse después
    ^^

    ResponderEliminar