domingo, 15 de mayo de 2011

Diario (IV)

Comienzo a recordar, otra vez. El trabajo en el muelle se acabó por hoy, y mirando al horizonte infinito que es el mar, los pensamientos fluyen con increíble facilidad. Cierro los ojos y me dedico a escuchar, casi puedo oír lo que una vez me deleité en escuchar.
La sonrisa casi surge sola cuando los recuerdos se concentran en un solo

El primer amor

Sus manos no sabían del tacto rudo, solo eran capaces de regalar caricias que llegaban al alma. Era mi maestra en lo que se refería a la educación en el hogar: maestra de canto. Acompañaba el canto mientras tocaba el piano, y aquellas notas lograban desconcertarme de tal manera, que casi olvidaba que se me ponía a prueba

En ocasiones, incluso fallaba adrede para alargas las clases. Jamás pude confesarle aquel afecto que le profesaba, tan profundo y tan difícil de explicar ¡Yo ni siquiera podía saber lo que era o significaba! Pero tuve a bien el guardar todo aquello

Sus manos, y su sonrisa amable que con tanta facilidad regalaba, queda siempre enmarcada en mi recuerdo. Los ojos se cierran poco a poco cuando la noche avanza, extrañando algunas cosas de lo que dejé atrás. En cualquier caso, el camino sigue

1 comentario:

  1. El primer amor jamás se olvida. Aunque el mejor de todos es sin duda, el último.

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