La tienda se encontraba sumida en el más absoluto silencio, como si la gruesa lona fuera capaz de dejar al otro lado los gritos de soldados dando órdenes o el tintineo de las armaduras que los hombres portaban.
Los ojos del oficial daban vueltas de un lado a otro del inmenso mapa que tenía extendido sobre la mesa. Clavadas sobre él, varias pequeñas dagas grabadas en la empuñadura con la ilustre “N” de su nación: Nogmiah.
Durante unos segundos, la lona se abrió dando paso al ruido del exterior y a un soldado que, tras dejarla caer a su espalda, hizo una reverencia marcial.
- Señor, órdenes, señor
- Acercaos – respondió secamente el oficial señalando al mapa
- ¿Dónde queréis el ataque? – el soldado fijó su vista en un par de las dagas - ¿Aquí? – su dedo marcó uno de los puntos
- No – el hombre sacó otro cuchillo, este algo más tosco, bajo la armadura de su antebrazo y lo clavó en otro punto distinto a los ya fijados – Aquí
- Señor… - abrió mucho los ojos y tragó saliva, dudando sobre si quería preguntar o discutir – Eso es un pueblo
- Veo que me seguís – asintió mirando fijamente al joven
- Es… población civil, señor
- Y vos un soldado – sonrió levemente – Y como tal cumpliréis mis órdenes
- Sí, señor
- Retiraos, y organizadlo todo para esta noche
Tras una breve y nueva inclinación, el soldado abandonó la tienda de su oficial y mirando a su alrededor, no pudo sino pensar en la masacre que estaban a punto de realizar.
- ¿Dónde queda el honor?
Se nos llena la la boca con la palabra "honor"... pero en tiempos de guerra su significado queda completamente obsoleto.
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