miércoles, 23 de noviembre de 2011

Una cuenta pendiente


El manto de la implacable noche ya se había derramado sobre toda la ciudad. Era el momento para los sueños, para las pesadillas, para la venganza.

Un hombre poseedor de títulos puede jugar con la vida de quien le plazca. Una mirada puede convertirse en un delito y el hecho de respirar en una ofensa grave.
Este “dios” tenía algo más que títulos de nobleza, tenía una corona que le había otorgado poder… y ahora una cuenta pendiente que me disponía a saldar.

Había tenido una semana para llorarles, para desaparecer y rogarles que velaran por mí y por un destino incierto que me llevaba de la mano.

No recuerdo cuánto tiempo llevaba parada en aquel lugar, lo suficientemente lejos pero lo bastante cerca como para ver el torreón donde tendría lugar la reunión aquella noche. Ignoraba a qué hora se celebraría tal concilio, pero él estaría allí y posiblemente el resto de su corte de alimañas.

Mi cuerpo empezó a humear y a deshacerse en lenguas de fuego que se me alimentaban a la par que me consumían. Levanté la mano y la mirada, quería verlo. En la distancia, aquella estructura de piedra parecía estar en mis manos, y así era. Desde sus entrañas, la roca empezó a arder como si de una tea hecha de paja se tratase. Las llamas parecían enredaderas violentas y escurridizas que amenazaban con arrancar incluso las estrellas del cielo de haber llegado hasta él.

Y mientras la rabia se apagaba en mis ojos y el fuego se coronaba rey de la torre… dos lágrimas surcaron mis mejillas y algo gritó muy fuerte dentro de mí.

2 comentarios:

  1. La venganza es un plato que se sirve frío, pero es el fuego de la rabia quien lo cocina.

    ¿Jaque...mate?

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  2. Impresionante. Sigue escribiendo con esa puntualizacion en cada frase, enganchas.

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