martes, 22 de noviembre de 2011

El flautista de Hamelín

La melodía comenzó a flotar en el aire rompiendo el silencio, deshaciéndolo lentamente, como se desharía un terrón de azúcar en la lengua de un niño, y a ella se le antojó igual de dulce…

Las primeras notas le parecieron extrañas, disonantes, como si sus oídos no estuviesen acostumbrados a ellas; pero por algún motivo la cautivaban, haciendo que quisiese quedarse, oír lo que aquella embrujante sinfonía tenía que decir.

Poco a poco las notas empezaron a juntarse entre sí, a fluir cada vez más y más rápido, como atrapadas en un vórtice que giraba en torno a su creador.

El flautista movía los dedos enérgicamente, saltando y girando, danzando como si no existiera nada más en el mundo. Como si de aquella forma expusiese sus argumentos ante la vida, defendiéndolos tenaz e implacablemente.

Ella estaba atrapada en aquella extraña danza, incapaz de apartar la mirada, hipnotizada por su belleza. Comenzó a bailar al son de él, giró y giró y la risa se escapó de su garganta, sencilla y espontáneamente, como un homenaje a la Libertad.

2 comentarios:

  1. Tiemble el mundo ante quien se atreve a gritar sus convicciones en voz alta, sin importar lo demás.
    "Algún día, señorita Crowfield... hará que se conmuevan los cimientos de la tierra, y yo esperaré pacientemente a que ese día llegue, pues será digno de verse.
    A.N."

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  2. ¡Ah, el poder de la música! Pocos saben hablar su idioma pero todos sabemos entenderlo. Pero cuidado con su poder, es demasiado cautivador...

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