domingo, 24 de julio de 2011

Un nombre



No había nada como nadar en aquel río cuando apenas había amanecido. Los primeros rayos del sol arañaban la superficie del agua cuando yo llegaba hasta su orilla. Aquel día, encontré algo más turbador que los dorados vestidos matutinos que acostumbraban a teñirlo.
“¿Una ninfa?”, reconozco que fue lo primero que se pasó por mi cabeza.
Se encontraba en una roca sobre la cual no paraba de caer agua de un pequeño manantial. Podría decirse que más que sentada estaba posada sobre la piedra, como si flotase o fuera parte del paisaje. Tenía el cabello muy largo y lo peinaba despreocupadamente con los dedos mientras canturreaba algo que yo no llegaba a escuchar con claridad.
Me sorprendí fascinado, y aparté la vista al tiempo que recordaba mis modales. Se trataba de una dama, al fin y al cabo. Sin embargo seguí allí parado, de espaldas al río, escuchándola.

Durante unas semanas olvidé mis hábitos de nadar allí, pero seguía acudiendo, siempre discreto y cada vez más cautivado por aquella ondina de carne y hueso, y cuando la oía alejarse era como si de alguna forma me sintiera despertar de un sueño en plena noche.

Una mañana, antes de que naciera el alba, decidí adelantarme a ella, esperarla, hablarle por fin.
Tal y como pensé, la joven no se encontraba aun, pero tras unos momentos que se hicieron eternos, apareció. Yo aguardé, oculto, quería verla de cerca antes de aproximarme. Cruzó prácticamente a mi lado sin cerciorarse de mi presencia y se acercó hasta la orilla donde se descalzó y metió un pie en el agua. Cuando me percaté de que sus manos iban directas a desatar el nudo de su vestido, salí de mi escondite lo más rápido posible.

- Disculpad – ante mi voz, ella se giró con brusquedad y me apuntó con una daga, temblorosa
- ¿Quién sois? Responded – a pesar de no haberme herido aun, esos ojos me atravesaron de una punta a la otra, dejándome inmóvil por un momento, a lo que ella increpó - ¡Responded!
- Tranquilizaos – levanté ambas manos para que viera que no iba armado – No pretendía asustaros – ella seguía apuntándome
- ¿Qué queréis? – dio un paso al frente y puso la punta del arma a la altura de mi barbilla. El temblor en sus manos apenas le permitía mantener la hoja recta
- Solo… vuestro nombre – no pude evitar sonreír al ver en su rostro dibujada una mueca de sorpresa
- ¿Mi… nombre? - hizo una breve pausa - ¿Por qué debería dároslo?
- Para permitirme dormir en paz, dama – ahora sí, esa mirada que oscilaba entre el miedo y la duda se fue calmando hasta que bajó por completo la daga
- ¿Nos conocemos?
- Quizá… puede que os viera en la página de algún cuento – por primera vez sonrió, con cierta timidez
- Entonces jugáis con ventaja, puesto que vos no os habéis presentado
- Korvash – hice una inclinación al tiempo que una sonrisa se dibujaba en mis labios. Ella respondió el gesto de igual modo
- Deberíais marcharos, señor Korvash, estoy a punto de tomar un baño
- De inmediato pero… ¿me diréis vuestro nombre?
- Volved mañana… y quizá entonces os lo diga – me dio la espalda y se dirigió de nuevo hacia la orilla

Esta vez me giré, divertido, y después de escuchar el suave chapoteo del agua al recibirla comencé a caminar despacio de vuelta a casa, dejando tras de mí aquella voz encantadora y aquellos ojos de cuento de hadas.

1 comentario:

  1. Ains, Korvash ¿Es ella la causa de que os encerréis en vos mismo? Decidme, ¿dónde está ella ahora? ¿Por qué no está contigo? En cualquier caso, seguro que aún tienes ese sentimiento de esperanza de volver a verla. Pero me preocupa el precio que estés dispuesto a pagar por conseguirlo...podríamos ser nosotros. No me miréis así, solo soy un pobre cobarde desconfiado, no era mi intención insultaros. En fin, el tiempo dirá lo que ansía vuestro corazón, y entonces descubriremos que hay un corazón herido detrás de esa dura piel.- Eddy

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