sábado, 18 de junio de 2011

Corona de flores

Siempre quedaba fascinado por las dos damas de piedra que presidían la entrada del lugar. Tallados a sus cuerpos, tétricos vestidos ondulantes, y en sus ojos una tristeza que no se desvanecía con los años.
La niebla nunca abandonaba aquel desesperanzador paraje, acariciaba las lápidas dejando lágrimas sobre ellas e incluso a veces llamaba al viento para que cantase una canción que los muertos no pueden escuchar.

Atravesó el camposanto despacio. Las botas se le hundían en el barro y hacían el único ruido que se oía alrededor. Los nombres se amontonaban a su paso y no podía evitar que más de un recuerdo le asaltara la memoria.
Tras recorrer el camino de siempre, llegó hasta donde se encontraba ella, dormida y callada, sombría, ausente, demasiado lejos. Se puso de rodillas frente a la losa de piedra y de una forma casi ceremonial desató el broche de la capa dejándola caer a su espalda y desabrochó el cinto con sus dos armas y lo hizo a un lado. Para terminar, se quitó los guantes y la sonrisa, y colocó con cuidado catorce flores moradas a los pies de su nombre. Retiró las manos arañando suavemente la tierra con los dedos y apretó levemente los puños.

- Te echo de menos – hizo una pausa – Te gustaría ver cómo está cambiando esto. Va despacio, pero han vuelto a crecer esas flores que tanto te gustan, las doradas que tienen forma de corona y que tantas veces trencé para adornar tu pelo… Te prometo que la próxima vez te traeré una, con pétalos que brillen como rayos de sol – suspiró. Retiró con la punta de los dedos algo de tierra que cubría el grabado “Fioled Bane” – Necesito pedirte un favor. Necesito que cuides de alguien que acaba de irse del lado de un buen amigo. Su nombre es Victoria Kenney. Estoy seguro de que estará bien en tu compañía – algo parecido a una sonrisa asomó a sus labios – No conozco a nadie que no lo estuviera

- ¡Señor Bane! – una voz tras de sí a varios pasos de distancia le hizo girarse

- Mycah… habéis vuelto. Iré en seguida a daros instrucciones. Retírate – volvió a darle la espalda al joven soldado y lo escuchó alejarse.

Dejó pasar unos minutos en silencio y se incorporó. Volvió a atar sus espadas a la cintura y a colocarse los guantes. Se agachó a recoger la capa y la colocó sobre sus hombros con un giro rápido.

- Te quiero – susurró antes de perderse de nuevo en la niebla, esta vez, hacia la salida.

4 comentarios:

  1. El amor nunca muere. Es irónico que en ocasiones la muerte haga que sea incluso más fuerte. Siempre cuidan de nosotros.

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  2. Es agradable pensar que hay alguien esperandonos al otro lado...
    - Elisabeth Lawrence

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  3. Perdón por no aplicar el "dentro de juego", pero tengo los pelos de punta... Me ha conmovido mucho el texto y no sé qué comentar.

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  4. Tranquilo, yo tampoco he utilizado "el dentro de juego" por el mismo motivo xD

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