jueves, 2 de enero de 2014

Lealtad

Bajo la vista en este tétrico lugar. Definitivamente, la chaqueta hace mucho al vestir a un hombre. Aquí dentro ninguno lo parece, más bien somos bestias confinadas tras los barrotes. Saben los dioses que en muchos de los casos es precisamente ese el papel que encarnan los aquí presos. Otras veces, sin embargo, no son menos víctimas que las que suponen suyas.

Crímenes… lo único que está claro es que la sangre se paga con sangre, que la traición se paga con sangre, que la cobardía se paga con sangre, pero… ¿y la lealtad?

Hace años pagué un alto precio por esta corona que defiendo. No hay mayor herida que puedan hacerle a un hombre, y no hay herida que puedan hacerme para que traicione aquello en lo que creo.

Levanto la mirada, pero echo la vista atrás. Otros dirían que ha llegado el momento de rendirse, de bajar los brazos de una vez por todas y dejar al destino seguir su rumbo.

Pero no es eso lo que me enseñaron a hacer, y tampoco seré desleal a mí mismo.



1 comentario:

  1. Concuerdo que, a partir de cierto punto, uno deja de cuestionarse algunas cosas en la vida. Como el ser fiel a uno mismo, o a una simple idea.

    O algunas cosas más irrelevantes.

    Saludos

    J.

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