Bajo la
vista en este tétrico lugar. Definitivamente, la chaqueta hace mucho al vestir
a un hombre. Aquí dentro ninguno lo parece, más bien somos bestias confinadas
tras los barrotes. Saben los dioses que en muchos de los casos es precisamente
ese el papel que encarnan los aquí presos. Otras veces, sin embargo, no son
menos víctimas que las que suponen suyas.
Crímenes…
lo único que está claro es que la sangre se paga con sangre, que la traición se
paga con sangre, que la cobardía se paga con sangre, pero… ¿y la lealtad?
Hace
años pagué un alto precio por esta corona que defiendo. No hay mayor herida que
puedan hacerle a un hombre, y no hay herida que puedan hacerme para que
traicione aquello en lo que creo.
Levanto
la mirada, pero echo la vista atrás. Otros dirían que ha llegado el momento de rendirse,
de bajar los brazos de una vez por todas y dejar al destino seguir su rumbo.
Pero no
es eso lo que me enseñaron a hacer, y tampoco seré desleal a mí mismo.