La noche en el teatro no es igual que en las calles. Gran
parte de la ciudad se ha ido a dormir, mientras que todo lo que se considera de
“baja ralea” acaba de salir a cazar.
Así es Londres, un callejón lleno de sombras. Pero no aquí
dentro, y por supuesto no en su compañía.
Doy un leve tirón de los lazos de las zapatillas, que me
cubren solo las puntas de los pies y doblo los dedos varias veces, giro los
brazos y los estiro, alzo la vista y la veo haciendo lo mismo. La noche está
siendo más larga de lo que pensaba, pero nunca lo suficiente.
Después de todo lo que ha pasado, se lo merece, se merece esto. ¿Por quién sino por ella iba a estar aquí? Hace unos años pensaba que ni siquiera sacaría monedas bailando en la calle, mucho menos soñaba con pisar las tablas, y hoy… bueno, hoy aquí estamos, ensayando la última noche antes del estreno. Se lo debo a ella, a su persistencia.
Mañana es nuestro pequeño gran momento. El Royal Dreury Lane no es el mejor teatro de Londres, pero es mucho más de lo que podíamos haber imaginado en todos estos años. El señor Ivanova se sentirá orgulloso mañana. Ella estará radiante, mejor incluso que habitualmente. Desde que le dije que podríamos actuar en el teatro jamás la he visto dejar de sonreír, y eso es inevitablemente contagioso.
Después de todo lo que ha pasado, se lo merece, se merece esto. ¿Por quién sino por ella iba a estar aquí? Hace unos años pensaba que ni siquiera sacaría monedas bailando en la calle, mucho menos soñaba con pisar las tablas, y hoy… bueno, hoy aquí estamos, ensayando la última noche antes del estreno. Se lo debo a ella, a su persistencia.
Mañana es nuestro pequeño gran momento. El Royal Dreury Lane no es el mejor teatro de Londres, pero es mucho más de lo que podíamos haber imaginado en todos estos años. El señor Ivanova se sentirá orgulloso mañana. Ella estará radiante, mejor incluso que habitualmente. Desde que le dije que podríamos actuar en el teatro jamás la he visto dejar de sonreír, y eso es inevitablemente contagioso.
-
¿Raphael? – vuelvo a enfocar la vista cuando me
llama, me había perdido entre pensamientos
-
Perdona – sonrío - ¿Decías algo?
-
Muchas cosas – se ríe tapándose la boca con la
mano – ¿Estás bien?
-
Sí… sí, ya soñaba con mañana – me acerco a ella
y las tablas del escenario crujen bajo mis pies
-
Mañana queda demasiado cerca – se retuerce los
dedos y me tiende la mano – Y aún nos queda el último porté
-
No te apures, lo sacaremos – recojo su mano
entre las mías
-
Sí, bueno… eso dijimos hace cinco horas – sonríe
y y chasquea ligeramente la lengua - ¿De nuevo?
-
Por supuesto – asiento y suelto su mano,
sabiendo la eternidad que pasará hasta que vuelva a sujetarla
Un giro y otro, el escenario parece hecho para ella. Aunque
quisiera, sé que no podría dejar de mirarla. Tiene la ligereza de una pluma que
el viento mueve a su antojo, se posa en el suelo y alza el vuelo como una
mariposa, pequeña y delicada, capaz de pintar de color la más absoluta
oscuridad con un solo aleteo.
Salgo a su encuentro, un paso tras otro, varios giros de
ambos y mis manos se estrechan en su cintura para ayudarla en el salto. Mi
mente se queda en blanco, solo bailamos. Podría entrar cualquiera, aplaudir,
gritar o formar un escándalo tal que estremeciera las calles de Londres, pero
nosotros permaneceríamos ajenos a ello.
De nuevo llega el fatídico salto. Si sale bien será un final
precioso, pero claro… tiene que salir bien. Después de todo este tiempo, ya es
hora. Cuando está en el aire se pone nerviosa y se queda rígida, tiene que
destensar el cuerpo, relajarlo…
Me acerco a ella de nuevo y cojo su mano para hacerla girar,
coloco una mano en su cintura y ella salta para propulsarse. Casi cruzo los
dedos, pero no hace falta. Como si se desmayase, se deja caer para que yo la
recoja en el último momento.
“Un cierre perfecto”. No puedo evitar reírme.
-
¿Quién dijo que no saldría? – sonrío – Ha sido
genial, Luna - ¿Luna? – Eh, está bien, ¿te has lastimado?
Silencio. ¿Silencio? ¡Ha salido! Ni una risa, ni una queja,
ni un… ¿suspiro?
-
¡Luna! – apoyo su cuerpo en mi regazo y tomo su
cara entre las manos – Luna, ¿qué…? – sus ojos están en blanco, sin nada de
color – Luna… - susurro, trato de ¿despertarla? – Luna, ¡Luna! – acerco mi
cabeza a su pecho y no obtengo respuesta alguna, mis labios a los suyos y no
hay rastro de aliento – No, no, no, no, no… ¿qué…? Luna, tienes que volver
conmigo… - las lágrimas se me agolpan en los ojos y empapan mi rostro – Vuelve
conmigo... – la abrazo mientras sigo llamándola en voz baja, o a voces…
realmente no lo sé, ni me importa.
Nos quedamos ahí toda la noche, sobre el escenario, a
oscuras. Y por más que la llamo, no responde, por más que la estrecho… no
consigo traerla de vuelta.