sábado, 24 de noviembre de 2012

Volver a Londres

Respirar.
Por fin he dejado la cárcel de cristal, para ver el cielo abierto, sin que nada pueda impedirme alzar la mano para intentar tocarlo. Como si celebrase mi escapada, mi liberación, he huido de la ciudad volando sobre un dragón. Tan veloz, tan libre. Como si pudiese así borrar todos los malos recuerdos, como si me limpiase, dejase caer toda mi carga para empezar de nuevo.

Cambiar de nombre, de vida. De historia. De futuro. De caminos.
Todas esas son mis opciones. Pero todavía no. Aunque parezcan pocos, demasiados me conocen todavía. Por fin podría cumplir esa idea que por tanto tiempo he estado acariciando.
Londres.

¿Cómo será volver a casa? ¿Seguirán allí las personas a las que conozco? ¿Seguirá intacta la casa en la que me crié? Atesoro esas preguntas en mi interior, como un niño que aguarda a recibir una sorpresa. Pero me asusta crear demasiadas expectativas. En todo caso, espero no marcharme sola. Es posible que más personas quieran volver al lugar donde procedemos. Porque no hay lugar como el hogar, y el hogar está donde el corazón lo dicta.